Alba Lara-Alengrin [1]
Université Paul-Valéry Montpellier 3
IRIEC EA 740
Resumen: Escrita en la cárcel, Se está haciendo tarde (1973) es sin duda la novela más contracultural de la producción de José Agustín. A partir del motivo del viaje, analizamos cómo se atenta contra las convenciones literarias y sociales de la época a través de la inversión de las expectativas del viaje, la recreación de una atmósfera asfixiante y la saturación narrativa.
Palabras clave: José Agustín, México, siglo XX, narrativa mexicana contemporánea, motivo del viaje, contracultura, jóvenes de la Onda, literatura de la Onda, caló, droga, intoxicación.Titre : Se está haciendo tarde (final en laguna) de José Agustín : le voyage sans retour.
Résumé : Écrit en prison, Se está haciendo tarde (1973) reste sans doute le roman le plus contre-culturel de la production de José Agustín. A partir du motif du voyage, nous analysons comment on y porte atteinte aux conventions littéraires et sociales de l’époque par le biais du retournement des expectatives du voyage, de la recréation d’une atmosphère asphyxiante et de la saturation narrative.
Mots-clés : José Agustín, Mexique, XXe siècle, prose mexicaine contemporaine, motif du voyage, contre-culture, jeunes de la Onda, littérature de la Onda, jargon, drogue, intoxication.Title: José Agustín’s Se está haciendo tarde (final en laguna): a one-way trip.
Abstract: Written in jail, Se está haciendo tarde (final en laguna) (1973) remains no doubt the most counter cultural novel of José Agustín’s production. Using the journey motif, we analyse how the literary and social conventions of that time are infringed upon through the next items: the reversal of the journey expectations, the recreation of a stifling atmosphere and the storytelling saturation.
Key words: José Agustín, Mexico, XXth century, contemporary Mexican narrative, journey motif, counter culture, Onda young people, Onda literature, jargon, drugs, intoxication.
Para citar este artículo: Lara-Alengrin, Alba, 2020, «Se está haciendo tarde (final en laguna), de José Agustín: el viaje sin retorno», Sección monográfica: Littératures contreculturelles hispano-américaines (XXe-XXIe siècles), coord. por Alba Lara-Alengrin y Véronique Pitois Pallares, Cahiers d’études des cultures ibériques et latino-américaines, no 6, <https://cecil-univ.eu/c6_3>, puesto en línea el 16/12/2019, consultado el dd/mm/aaaa.
Recibido – Received: 23.08.2019
Aceptado – Accepted: 08.10.2019
Introducción
- José Agustín, nacido en México en 1944, es con mucho el protagonista más importante de la literatura contracultural de los años sesenta y setenta en México, mejor conocida como «la literatura de la Onda». Según el mismo autor, la contracultura «[…] abarca toda una serie de movimientos y de expresiones culturales, usualmente juveniles, colectivos, que rebasan, rechazan, se marginan, se enfrentan o trascienden la cultura institucional[2]». Dado que la literatura es una institución, nos proponemos averiguar aquí en qué medida se atenta en contra de las convenciones literarias y sociales a través del motivo del viaje en la novela Se está haciendo tarde, final en laguna. Para ello será necesario evocar primero el contexto social y literario en el que irrumpió la figura de José Agustín en los años sesenta del siglo XX.
- José Agustín publicó Se está haciendo tarde a los 29 años[3], en aquel entonces se le adjudicaba el récord de precocidad literaria en su país por haber escrito La tumba[4] (1964), su primera novela, a los dieciséis años y publicarla a los veinte. En 1966 José Agustín reeditó La tumba[5], publicó su segunda novela, De perfil[6], e incluso, su autobiografía en la colección «Nuevos escritores mexicanos del siglo XX presentados por sí mismos[7]». Las dos primeras novelas de José Agustín tienen como protagonistas a adolescentes que cuentan sus experiencias cotidianas, están por lo tanto narradas en primera persona y no son introducidas por otra instancia narrativa. Lo que sorprendió, y esto queda claro en las reseñas de la época[8], fue el discurso coloquial, juvenil y desenfadado de los narradores, una jerga doméstica que desentonaba con el discurso más bien solemne, trascendente o irónico que predominaba en las letras mexicanas. Desde estas primeras novelas sobresalía el estilo tan particular y burlón de José Agustín, que transgredía las convenciones ortográficas o tipográficas del texto literario, por solo citar un ejemplo, no subrayaba en itálicas las expresiones familiares o vulgares, sino los tópicos del discurso «elevado[9]», por ejemplo, en este pasaje de La tumba, donde el protagonista evoca la organización de una fiesta, la cursiva destaca la trivialidad de la locución y por ende la voluntad de renovar los códigos literarios: «Mis padres, luego de conocer mis intenciones (que los alegraron bastante), convidaron a lo más granado de la sociedad capitalina (que era lo que no quería)[10].»
- Aunque en realidad, aún no estaba presente en esas primeras narraciones de José Agustín el universo y el caló de la llamada Onda, o sea, la versión mexicana del movimiento jipi, cuya aparición es registrada por el cronista Carlos Monsiváis en los términos siguientes:
Límites aproximados: 1966-1972. En seis años, un fenómeno social espontáneo, sin organización posible, tan derivado como original, se introduce primero en el Distrito Federal y ciudades del norte (Tijuana, Monterrey) para infestar a continuación el resto del país. Un nombre para este caos o esta ambición de orden: la Onda[11].
- La Onda fue la versión mexicana del movimiento jipi, que además de seguir las tendencias del estadounidense, reivindicó algunos aspectos de las culturas indígenas mexicanas, por ejemplo, su vestimenta o su artesanía, según el mismo Carlos Monsiváis:
Se visten de tarahumaras, adornan sus guitarras con cintas huicholas, traen cruces yalaltecas, usan camisas zapotecas. No acuden a lo indígena porque precisen de identidad nacional, sino porque así incorporan costumbres y vestuarios de esos primeros exiliados, de esos primeros marginados de la civilización y la tecnología. Los lacandones siempre han estado fuera[12].
- Además de asumir esa marginalidad de los indígenas, los jóvenes de la Onda se sienten atraídos, en particular, por su conocimiento ancestral de sustancias alucinógenas autóctonas, sobre todo de los hongos alucinantes o teonanacates (lo que significa carne de Dios[13]). De hecho, México estaba ya en el circuito beatnik, antecedente del movimiento jipi, y en 1957 la revista Life había publicado un artículo de Gordon Wasson sobre los hongos alucinógenos mexicanos y la célebre chamana de Huautla, María Sabina, que atrajo a este lugar a investigadores, periodistas, y algunos años más tarde, a los jipis extranjeros y mexicanos.
- Aunque el deseo de atentar en contra de las convenciones literarias se manifiesta desde la primera novela de José Agustín, el movimiento social de la Onda y su discurso se perfilan en su producción solo a partir de 1968, con el cuento «Cuál es la onda», publicado en el volumen de cuentos, Inventando que sueño (1968)[14]. Enseguida, la jerga y el universo de la contracultura mexicana se expresarán más abiertamente en dos obras teatrales, Abolición de la propiedad (1969)[15] y Círculo vicioso (1972)[16].
- En 1971, la crítica y escritora Margo Glantz publicó una antología de jóvenes escritores mexicanos, Onda y escritura: jóvenes de 20 a 33, precedida de un ensayo de presentación en el cual identificaba dos tendencias emergentes en la literatura mexicana. Por un lado, la Onda, que concebía el lenguaje como un nuevo tipo de realismo; por el otro, la Escritura, que encaraba el lenguaje como una preocupación formal[17]. La Onda era definida también como «literatura que el adolescente escribe para que el adolescente lea[18]» sin la mediación crítica de un narrador externo, dicha tendencia representaba además la entrada del joven de clase media urbana y de su lenguaje en la literatura mexicana. En la lista de autores que para Glantz eran representativos de la literatura de la Onda destacaban José Agustín, Parménides García Saldaña y Gustavo Sainz, entre otros. A partir de ese momento, el término Onda saltó de la sociedad a la literatura mexicana, como una etiqueta para identificar la producción narrativa de algunos escritores nacidos en los años cuarenta, que optaron por retratar el universo juvenil contemporáneo adoptando su lenguaje coloquial. El término Onda aplicado a la literatura ha hecho correr mucha tinta, como suele suceder con las denominaciones de la crítica, a excepción de García Saldaña[19], casi todos los escritores etiquetados por Margo Glantz dentro de dicho grupo han negado pertenecer a él, en particular Gustavo Sainz, o lo han matizado, como José Agustín, quien considera que dicha denominación es reductora[20]. A pesar de las objeciones y de las otras propuestas terminológicas, para bien o para mal, la de Glantz es la que se ha impuesto hasta ahora[21].
- De hecho, el interés de José Agustín por la contracultura no sólo se dio en la ficción, él mismo fue uno de los primeros críticos de rock en México al publicar un ensayo sobre este género en 1968, La nueva música clásica[22]. Además, José Agustín ocupaba, junto con el también joven escritor Gustavo Sainz, el papel del niño malcriado del mundillo literario, por sus desplantes y declaraciones en contra de escritores reconocidos, incluso contra su maestro y antiguo promotor, Juan José Arreola. Por ejemplo, José Agustín cuenta en su segunda autobiografía El rock de la cárcel, cómo Gustavo Sainz y él mismo «Habíamos despotricado, él just for the sake of it y yo por ardido, en contra del Centro Mexicano de Escritores, especialmente en contra de Juan Rulfo y (horror parricida) de Juan José Arreola[23]». Sainz, por su parte, en un panorama de la novela y el cuento publicados en México durante el año de 1966, critica las intervenciones de varios escritores en el ciclo «Los narradores ante el público[24]», incluso tachando la presentación de Juan Rulfo de «incoherente[25]».
- Así que cuando publicó Se está haciendo tarde en 1973, José Agustín poseía ya una identidad de iconoclasta y de parricida en el mundo de las letras mexicanas. Además, según cuenta en su segunda autobiografía, por aquellos años experimentó prácticamente con todas las drogas sicodélicas, naturales y sintéticas[26]. De manera lógica, en el contexto mexicano de represión juvenil posterior al Movimiento del 68, José Agustín fue arrestado en posesión de mariguana y acusado injustamente de tráfico en diciembre de 1970, por lo que purgó una pena de siete meses en prisión en el llamado Palacio Negro de Lecumberri.
- Se está haciendo tarde (final en laguna) es una novela escrita durante esa estancia del autor en la cárcel. En este ciclo de su producción, la obra de José Agustín se radicalizó incorporando a personajes y situaciones límite, en particular, en lo relativo a la liberación sexual y las experiencias con drogas y alucinógenos. Por cierto, según los cronistas, otro de los rasgos distintivos del movimiento social de la Onda fue su particular caló, una jerga donde se mezclan el sexo y la droga:
No es casual que el lenguaje de la Onda deba tanto al habla de los delincuentes de los cuarentas. En la frontera y en la cárcel, en la corrupción de un idioma y en el idioma de la corrupción se elabora con penuria y terquedad la renovación […] La Onda es el primer grupo que capta y divulga en forma masiva estos numerosos hallazgos[27].
- Efectivamente, el caló o lenguaje de la Onda entra de lleno en esta novela de José Agustín, por ejemplo, en este diálogo cuando los protagonistas, Rafael y Virgilio, salen de la casa de éste después de fumar juntos un cigarro de mariguana:
¡Pero a qué horas salimos?, exclamó Rafael al sentir el sol penetrando hasta los huesos. Calaba. Y todo estaba verdísimo en su rededor.
Desde hace rayo, hijo. Estuvimos parroteando durante el atizapán hasta que pirañas el charro. Luego te clavaste con la posteriza, pero te sacó de onda el póster de Frank Zappa cagando y dijiste que mejor nos saliéramos y te dije vámonos de una vez a la playuca y te desvestiste y te pusiste el traje de baño y tus lentes y le llegaste aquí afuera y nomás vi cómo te clavabas viendo el almendro. Te dije que esta mostaza está súper[28].
- El discurso de Virgilio es un muestrario del código lingüístico de la Onda, calcos del inglés a partir de metáforas (parrotear en vez de cotorrear, o sea, platicar), juegos de palabras basados en la paronomasia y que remiten a las experiencias con alucinógenos (Atizapán, topónimo derivado del náhuatl, equivale aquí, por paronomasia a «atizarse», o sea, drogarse; mostaza es la derivación de mota, término coloquial que designa la mariguana), sufijos (posteriza, playuca) y habla de los barrios bajos (pirañas el charro, de «pirar» acabarse, charro deriva de «churro», otra palabra familiar para decir petardo). Siguiendo a Carlos Monsiváis, en pocas palabras, el habla de la Onda era un código cerrado, como el de toda germanía[29].
- Desde la novela culto del escritor beat Jack Kerouak, En el camino[30], el motivo del viaje o de la errancia, en sentido propio y figurado, se postuló como una aspiración generacional del movimiento jipi, que desde luego hará suya el movimiento de la Onda. Se está haciendo tarde (final en laguna) es a la vez la historia de un viaje a Acapulco y la historia de un viaje sicodélico. El relato narra la intoxicación progresiva del protagonista Rafael con otros cuatro personajes, veremos cómo este proceso se expresa en esta novela a través de la inversión de las expectativas del viaje, la recreación de una atmósfera asfixiante y la saturación narrativa.
1.Viaje y frustración
- Se está haciendo tarde (final en laguna) transcurre pues en Acapulco y observa una clara unidad de tiempo pues se narra un solo día que termina, como su título completo lo anuncia, en la laguna de Coyuca. El protagonista Rafael, se dedica a leer el tarot en la ciudad de México donde frecuenta el medio del esoterismo popular o new age, y se dirige a Acapulco con la supuesta misión de leer sinceramente el tarot a Virgilio, en realidad, deseando salir de la monotonía de su vida y atraído por la imagen vacacional y estereotipada de dicho puerto.
Un día que se vio con dinero extra (no mucho), consideró que debía ir a Acapulco. Virgilio era la única persona a quien podía tratar de leer el tarot a conciencia […] Además, el mundo de Virgilio era fascinante. Mujeres que se a-cos-ta-ban a la menor provocación, mucho ruido, brisa fresca, Acapulco Gold, pieles bronceadas, lentes oscuros, sol radiante[31].
- En Acapulco, Virgilio forma parte del microcosmos de la playa de Caleta, que en el íncipit de la novela el narrador heterodiegético presenta así:
A principios de los setenta algunos turistas adinerados y su cortejo de aventureros y codiciosos volvieron a Caleta. Playa risueña de manso oleaje. La tranquilidad. Allí ya no va nadie, hayquir. Muchos jóvenes playeros olfatearon: en Caleta se estaba creando un ambiente apropiado. Virgilio encontró allí su medio natural. Virgilio tenía veinticuatro años y se sostenía vendiendo mariguana y drogas sicodélicas en pequeñas cantidades a hippies y aventureros. Muy bajito y muy delgado, pelo chino y corto, su mirada era alegre, tan colorida como sus camisas: chi-llan-tes, una para cada día de la semana. A gifty from a lady. A veddy ole lady. Imaginativos sombreros de fieltro[32].
- Como su nombre lo indica, Virgilio se convertirá en el guía de Rafael en ese universo contracultural acapulqueño donde la ociosidad y el desenfreno son la norma. Virgilio lo presentará con dos mujeres canadienses, Francine y Gladys, y un joven homosexual de Bélgica, Paulhan. Las dos primeras viven de las rentas del marido de Gladys, uno de esos «turistas adinerados» que también se desenvuelve en el medio de la contracultura acapulqueña; Paulhan, a su vez, vive a costa de éstas: ninguno tiene una verdadera actividad laboral o artística. Como se ha visto con la cita, es además un medio cosmopolita, con ello, la inserción de palabras o de frases en inglés, en francés, o su seudo pronunciación, será una constante del relato («A gifty from a lady. A veddy ole lady»).
- Pero Acapulco se va a convertir en un espacio generador de expectativas contrarias, pues las perspectivas de los dos protagonistas no coinciden, de Virgilio sabemos que:
Le fascinaba ir a Caleta: allí encontraba personajes naturales, decadentes porque la decadencia era su meta vital e iban a ella inmejorablemente, al menos sin esa falsamente obvia (insegu-ridad) que sin excepción mostraban sus amistades de la ciudad de México[33].
- La decadencia como meta vital de Virgilio, es un punto clave en la trama de esta novela. De tal suerte que las expectativas de Rafael no solo no se verán realizadas, por el contrario, serán burladas sistemáticamente. En vez de encontrarse rodeado de muchachas liberadas, seductoras y alegres, Rafael pasará el día entero soportando a dos alcohólicas de edad avanzada, que mantienen entre ellas una relación sadomasoquista. Francine es el personaje más soez, se comunica con los demás insultando y humillando, en particular a Gladys, su pareja, a quien maltrata verbal y sicológicamente. Además, la heterosexualidad de Rafael se verá perturbada por la belleza andrógina de Paulhan.
- Rafael, quien cree poseer una superioridad espiritual sobre los demás por haber tenido visiones de niño, será iniciado a ese mundo decadente a través de la ingestión de mariguana y de alcohol, pero también lo humillarán, lo insultarán y se burlarán de él, como en el episodio siguiente cuando trata de explicar su oficio de lector de tarot:
Al consultar el tarot soy como un oráculo: doy respuestas precisas, concluyentes, que sirven como clave para un mejor entendimiento interno y como base para decisiones importantes. Trato de penetrar en las personas hasta el fondo, escruto
¡Escruto!
Yo escroto, dijo Virgilio.
Yo clítoris, reforzó Francine
profundizo en el alma, sus resquicios, sus abismos, sus luminosidades; y lo que veo lo transmito con veracidad, con honestidad,
Rafael se mordió los labios. Sudaba. Francine bostezó de nuevo[34].
- Está claro que el lenguaje y la solemnidad de Rafael son ridiculizados por Virgilio y sus amigos. Francine lo obligará a fumar y a beber alcohol, incluso si Rafael tratará –débilmente– de resistirse, lo que provocará en él alteraciones anímicas, que oscilarán entre la paranoia, la angustia, la euforia y la empatía. La falta de respeto de los personajes es tal que, en otro momento, irrumpirán en el baño cuando Rafael está sentado en el escusado con los pantalones bajados, sin importarles sus protestas y no será la única vez que la novela incurra en lo escatológico. La evocación de escenas de sexo es también cruda y sin ambages y la novela está además plagada de insultos en varios idiomas y de albures. El albur, un rasgo lingüístico de la cultura popular mexicana, será integrado al lenguaje de la Onda. Se trata de una práctica más bien masculina que consiste en hacer juegos de palabras de connotación sexual, a partir del doble sentido o de la paronomasia, el interlocutor aludido deberá responder devolviendo ese doble sentido sexual[35]. En pocas palabras, se trata de un duelo verbal para violar metafóricamente al otro. El juego requiere de una capacidad de respuesta y de un ingenio lingüístico y sexual que Rafael no posee.
2. La atmósfera asfixiante
- En una naturaleza deslumbrante y literalmente paradisiaca como era la del Acapulco de los años sesenta y setenta, la novela se desarrolla sobre todo en espacios cerrados: el departamento que las canadienses comparten con Paulhan y la camioneta en la que serán perseguidos por una patrulla. A lo largo del relato Rafael desea huir, pero esta posibilidad será cada vez postergada o impedida, para su mayor frustración, como lo expresa en el pasaje siguiente:
Tenía que largarse de allí, templo de culos-vergas-mamadas-coger, de locos viciosos enajenados léperos depravados soeces amorales inconscientes irrespetuosos desconsiderados hijos de toda su perdida y recogida madre. Y Virgilio era de la misma calaña, pobre vicioso. Además, era un traidor, porque con tal de quedar bien con sus amistades depravadas era capaz de hacer chistes a costillas de Rafael con perfecto cinismo[36].
- Inseguro, hipócrita y algo paranoico, el ego de Rafael terminará hecho trizas en esta encerrona. José Agustín domina con esta novela su estilo tan singular basado en la hibridación de la voz narrativa; a diferencia de sus dos primeras novelas, Se está haciendo tarde está narrada en tercera persona, en una suerte de continuidad narrativa donde se mezclan la prosa descriptiva y la representación de las palabras y los pensamientos de los distintos personajes: los diálogos o las voces de los personajes son incorporados a través del discurso indirecto libre, o por medio del discurso directo pero sin signos tipográficos o verbos de discurso. En el ejemplo anterior, queda claro que las palabras vicioso, traidor, depravadas corresponden al discurso y a la entonación que les imprimiría Rafael. Las «zonas de los personajes», como las denomina Bajtín[37], están admirablemente bien trabajadas, de tal suerte que el lector reconoce en cada caso la voz del personaje que se está colando en el discurso del narrador sin que éste lo especifique.
- Las sensaciones de enclaustramiento y de imposibilidad de escapatoria se traducen por el leitmotiv del ejercicio de respiración que Rafael emprende cada vez que su paciencia o su cuerpo están a punto de estallar, y que aparece siete veces por lo menos en la novela:
Respiró profundamente, contando cien doscientos trescientos cuatrocientos quinientos seiscientos setecientos, al inhalar; setecientos seiscientos quinientos cuatrocientos trescientos doscientos cien, al exhalar[38].
- Se añaden a esta sensación de enclaustramiento los presagios que vislumbra Rafael, primero, en una visión en la que ve a Francine saltar por el balcón, y luego al tender las cartas para leer el tarot a Gladys. La tensión se aminora un poco cuando los personajes salen a comer y Virgilio promete a Rafael que se marcharán después. Pero cuando creemos que al fin Rafael va a escaparse del grupo, la camioneta en la que debían conducirlos a su casa es perseguida por una patrulla. Ésta se va a convertir en otro espacio de encierro, exacerbado por el temor de Rafael a la policía, el rock sicodélico a todo volumen, el humo de la mariguana, los ademanes obscenos y las provocaciones de Francine a los policías y la manera de manejar de Virgilio, que va gozando divertidísimo la persecución. El auto da vueltas en redondo sin poder salir del rumbo de Mozimba, volviendo sin cesar a la misma encrucijada:
Pobres agentitos, comentó, desde que entraste en esta zona absurda se la han pasado bañados en polvo. Que paguen su karma, sentenció Paulhan, sonriendo. ¿Karma sencillo o karma matrimonial? Virgilio encendió otro cigarro de mariguana y Paulhan se dedicó a liar más cigarros, en especial uno de treinta centímetros, con hojas pegadas, pero se asombró como todos al ver que volvían a llegar a la intersección de calles con la casa de la gran campana roja y Pie de la Cuesta, más allá, con las olas rompiendo en la franja de vegetación que las dividía de la laguna de Coyuca. ¡Volvimos al mismo lugar, no es posible! Siempre se vuelve al punto del principio!, recitó Paulhan. Nomás esto nos faltaba; ponernos a dar vueltas como pendejos, dijo Francine[39].
- En este círculo vicioso, en el que se vuelve siempre a la intersección de cinco calles y la gran campana roja en la casa esquinada, se perfila el motivo del laberinto, una alegoría que remite al viaje iniciático que permitirá el acceso al centro escondido. Ese motivo prefigura el viaje de Rafael a las profundidades del inconsciente. Así, entre los insultos, las burlas, la agresividad y el deseo de escapar del protagonista se va creando una tensión en el relato, de tal suerte que el lector experimenta una especie de intoxicación también. La narración de la primera encerrona en el departamento se extiende a lo largo de sesenta páginas, la misma extensión ocupa el trayecto en coche, es decir, casi la mitad de la novela transcurre en estos dos espacios cerrados[40], que solo los chistes y los juegos de palabras entre los personajes –por ejemplo, «¿Karma sencillo o karma matrimonial?»– permiten soportar.
- Las condiciones de escritura de la novela tuvieron sin duda un impacto en la recreación de esa atmósfera enrarecida. Como hemos mencionado, la novela fue escrita en la cárcel, o sea, literalmente al margen de la sociedad, su génesis mismo es más que contracultural, y la reclusión que padeció el autor en la cárcel se expresa en el relato en ese vaivén entre la sensación de enclaustramiento y el deseo de evasión de Rafael. En esta novela, la traumática vivencia carcelaria no es contada sino exorcizada a través de la ficción y decantada por una poética de la reclusión, a través de personajes prisioneros de sus debilidades, que tratan de huir, sin éxito, de atmósferas enviciadas. Después de Se está haciendo tarde José Agustín recreará el espacio y la experiencia carcelarios abiertamente[41], pero con mucho menos intensidad.
3. La saturación narrativa
- Además del sentimiento de reclusión creciente, el proceso de intoxicación se traduce en el texto por la densidad narrativa. Esta densidad se intensifica con la longitud de los párrafos, sobre todo cuando se narra la persecución, uno de ellos se extiende a lo largo de 18 páginas, creando algo así como una sobredosis tipográfica. Dicha sobredosis textual se recrea también hacia el final de la novela. Después de haber mezclado alcohol con mariguana durante todo el día, la intoxicación alcanzará su clímax cuando se hayan librado de la patrulla cerca de la playa de Pie de la Cuesta. Ahí ingieren todos una pastilla de silocibina, molécula sintética de la psilocina, la sustancia natural de los hongos alucinógenos. Sus efectos, acicateados con más mariguana, son narrados durante casi 60 páginas donde se van alternando las percepciones alteradas de los cinco personajes, por medio de párrafos larguísimos que, apoyándose en la multiplicación de conjunciones de coordinación y la supresión de las comas al enumerar, cuentan visiones que vuelven en forma de bucle, por ejemplo, en esta alucinación de Rafael:
Y luego emergían ojos flameantes rojísimos que se agrandaban hasta transformarse en manos con puñales y en bocas con colmillos sanguinolentos y órganos sexuales carcomidos y aves prehistóricas y murciélagos y moscas y ratas y cerraduras que se desplazaban de lugar en instantes fugaces y con una velocidad desquiciante, como antes la arena. Mil veces mejor ver hacia arriba pero el cielo se resquebrajó y cayó sobre la playa las nubes se petrificaron y se desplomaron convertidas en lluvia de fuego pero al caer eran trozos de carbón pedazos de excremento y después cabezas decapitadas con los ojos vacíos y las cuencas sangrantes y las cabelleras flotando meciéndose danzando y todas esas cabezas eran su propia cabeza y luego resultó que no: era la cabeza de Paulhan caminado junto a él, con una sonrisa. Rafael le vio marcadísimos los ángulos faciales. Era muy hermoso, era perfecto, era completo, ¡era el demonio[42]!
- Según Adolfo Castañón, el intento de José Agustín de transcribir sus experiencias con drogas lo afilia a la literatura mística, pues la única posibilidad lingüística de transcribir y, sobre todo, de comunicar esta experiencia es la acumulación de imágenes y de sensaciones contradictorias[43]. Más que una impresión de simultaneidad (difícilmente traducible en una estructura sintagmática como el lenguaje humano) el relato produce entonces un efecto de saturación. De hecho, en esta novela José Agustín retoma los procedimientos poéticos introducidos por las vanguardias para dar cuenta de la percepción alterada: líneas o blancos de separación entre las palabras, fondos negros, inserción de lemas o letras de canciones en una sangría en el margen izquierdo de la página, por ejemplo, la frase «flashback elemental» (cuya función se asemejaría a la de la didascalia teatral) y, muy a menudo, los versos de la letra de una canción de los Beatles, que se convierte así en un leitmotiv en su sentido musical.
- Si estilísticamente los estados alterados no conllevan realmente innovaciones significativas en el plano literario, el contexto contracultural induce «contralecturas» de ciertos tópicos literarios. El motivo del viaje, los tópicos del paraíso, del infierno y el del laberinto adquieren una connotación sicodélica y psíquica en Se está haciendo tarde.
- El paraíso aparece sugerido desde el inicio de la novela, en la naturaleza exuberante de Pie de la Cuesta y la laguna de Coyuca, vislumbradas por Rafael desde una colina cuando está buscando la casa de Virgilio al llegar a Acapulco. El intertexto de la Divina Comedia de Dante planea desde luego en esta novela, pero interpretado por un logos pagano: el infierno y el paraíso son estados interiores que corresponden a cada individuo y no estados ultraterrenos y escatológicos. José Agustín había descubierto las obras del psiquiatra Carl Gustav Jung (1875-1961) algunos años antes de escribir esta novela y la huella de sus lecturas es muy clara en la dimensión simbólica y psicológica de las experiencias sicodélicas de sus personajes. Según Jung, la personalidad humana es una estructura dialéctica cuyo objetivo es el de llegar a una unión de contrarios (unio oppositorum), o sea, el Self o sí mismo. Habiendo previamente aceptado su sombra, Rafael experimenta en la novela ese proceso de individuación[44], de manera acelerada por la droga. O sea, se enfrentará progresivamente a sus aspectos negativos y a sus complejos a lo largo de la intoxicación, para entrar en un proceso de despersonalización total. La escena que culmina ese proceso de pulverización del ego es aquella en que Rafael, pobretón y tacaño, defeca bajo los efectos de la silocibina y se limpia con los escasos billetes que llevaba para el viaje. Si nos atenemos a la psicología del personaje que se nos ha presentado, siempre preocupado por la falta de dinero, se trata de una transgresión considerable. Además, la contracultura pretendía, entre otras cosas, subvertir los valores del capitalismo y esa escena por demás escatológica, summum del antidecoro, alegoriza la inversión de valores que se ha producido ya en Rafael.
- El viaje de los personajes los conduce, según el caso, a la iluminación, precedida de la oscuridad total, en la que Rafael alcanza la totalidad o sea el conocimiento de Sí mismo o Self. En el caso de Francine y Gladys, el viaje conduce al extravío mental y físico, el temido freakout o azote, ambas saltan de la barca en pleno delirio, Paulhan y Virgilio se debaten por su parte entre la vida y la muerte. En ese momento, la historia se detiene en medio de la laguna de Coyuca con las palabras del pescador que contratan para un paseo en barca y que explican el título de la novela: «Yo creo que mejor nos regresamos. Se está haciendo tarde[45]». Las palabras del pescador, un hombre mayor y parco que aparece como la voz de la sabiduría, son enigmáticas. Nunca sabremos si los personajes volverán con vida de este viaje al inconsciente.
- Entonces, esta novela sí que propone una lectura alternativa o contracultural de algunos tópicos literarios y atenta contra ciertas convenciones narrativas pero, sobre todo, atenta contra las expectativas del protagonista y del lector. Exceso, decadencia y desenfreno se postulan como una ética contracultural, pero ésta se revela como dolorosa y arriesgada para el protagonista, posiblemente letal para todos los personajes: el lago, donde termina el relato, simboliza los paraísos ilusorios, porque atrae a los humanos a la muerte en muchas leyendas y mitos. Se está haciendo tarde es entonces la negación esperpéntica de la utopía de la revolución de las consciencias por medio de las drogas, no obstante, la novela plantea como quiera la posibilidad de un conocimiento de sí mismo, así sea espeluznante, a través de dicho medio.
- Plagada de letras de canciones y menciones de grupos emblemáticos de rock[46], en particular de rock sicodélico, a la manera de una banda sonora, esta novela, escrita desde las márgenes, también puede leerse como un homenaje ambiguo a la generación contestataria, desinhibida y hedonista del autor. En efecto, Se está haciendo tarde rehúye cualquier idealización de los alucinógenos o de los llamados onderos, pero no deja de ser profundamente contracultural por expresar también desenfrenadamente esa ética y esa búsqueda de un modelo de vida alternativo. Según Carlos Monsiváis,
La Onda es el primer movimiento del México contemporáneo que se rehúsa desde posiciones no políticas a las concepciones institucionales y nos revela con elocuencia la extinción de una hegemonía cultural. Tal hegemonía se surte, en términos generales, en la visión gubernamental de la Revolución Mexicana y se concreta en el impulso nacionalista[47].
- En efecto, el México emanado de la revolución mexicana se había transformado económica y socialmente en los años sesenta, los postulados de la Onda no fueron políticos, sino societales, y los textos literarios de la llamada literatura de la Onda presintieron y expresaron esos cambios en México con mayor intensidad y originalidad que la música u otras artes. Aunque efímero, el movimiento social de la Onda fue marginal, no solo por su lenguaje arrabalero sino por su manera de identificarse con grupos sociales marginados de la sociedad mexicana: los indígenas y el hampa (dicho sea de paso, con la que algunos terminaron conviviendo en la cárcel, como José Agustín).
- Después de Se está haciendo tarde José Agustín volverá a recrear los universos contraculturales en otros textos y géneros publicados en los setenta, pero la novela que nos ocupa es sin duda la más intensa y desconcertante de ese ciclo dentro de su producción. Exceso, gozo, picardía, claustrofobia, saturación y trazo grotesco concurren en la historia y la caracterización de esos personajes divertidos, pero no menos decadentes, falsos y patéticos, con los que viajamos sin retorno en Se está haciendo tarde.
Referencias bibliográficas
Aguilar Mora, Jorge, 1966, «El lenguaje entusiasta», El Día, 3/12, p. 9.
Agustín, José, 1964, La tumba, México, Ediciones Mester.
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Notas
[1] Alba Lara-Alengrin es profesora-investigadora titular de literatura hispanoamericana en la Universidad Paul-Valéry. Ha publicado La quête identitaire dans l’œuvre narrative de l’écrivain mexicain José Agustín (1964-1996) y coordinado en colaboración Tres escritoras mexicanas. Elena Poniatowska, Ana García Bergua, Cristina Rivera Garza, también Amériques(s) anarchiste(s). Expressions libertaires du XIXe au XXIe siècle, entre otros. Sus investigaciones giran en torno a la literatura mexicana contemporánea, la identidad, la literatura de la Onda, la voz narrativa y la transterritorialidad en la literatura hispanoamericana. Contacto: alba.lara-alengrin@univ-montp3.fr. Firma institucional: Univ Paul Valéry Montpellier 3, IRIEC EA 740, F34000, Montpellier, France
[2] Agustín 1996, p. 129.
[3] Idem 1973.
[4] Idem 1964.
[5] Idem 1966a.
[6] Idem 1966b.
[7] Idem 1966c.
[8] El análisis detallado de éstas aparece en Lara-Alengrin 2007, pp. 80-82, por citar dos ejemplos, Aguilar Mora 1966, p. 9 o Zendejas 1966, p. 5C.
[9] Serna 1996, p. 249 «Si los novelistas de la Revolución ponían en cursivas las palabras ajenas a su léxico de hombres cultos −ansina, jue, maiz, cuantimás−, José Agustín subrayaba frases como roído por los nervios, pertenecientes a la morgue literaria, pero investidas con el prestigio de las bellas letras. Con ello postulaba una estética en que la vitalidad expresiva enjuiciaba desde su trinchera a la correción académica.».
[10] Agustín 1964, p. 38.
[11] Monsiváis 1977, p. 227.
[12] Idem 1970, p. 98.
[13] Agustín, 1996 p. 53.
[14] Idem 1968a.
[15] Agustín 1969.
[16] Idem 1972.
[17] Glantz 1971.
[18] Ibid., p. 9.
[19] Parménides García Saldaña publicó en 1972 En la ruta de la onda, un ensayo que abre, por cierto, con una cita de Marx sobre el carácter efímero de toda revolución burguesa: poniendo como ejemplo al movimiento jipi. Define la onda «como una rebelión en contra del orden de la sociedad», protagonizada por menores de treinta años, cuyo primer modelo sería el personaje interpretado por Marlon Brando en El salvaje. García Saldaña 1986, pp. 44 y 50.
[20] Sobre lo que opina José Agustín del término «Literatura de la onda», consúltese Agustín 2004, sobre las distintas polémicas y posiciones al respecto, remitimos a Lara-Alengrin 1999.
[21] El estudio mejor documentado y argumentado de toda la producción contracultural mexicana en los años sesenta y setenta, conocida como «literatura de la onda», es sin lugar a dudas, el de Gunia 1994.
[22] Agustín 1968b.
[23] Idem 1990, p. 64.
[24] Ciclo de conferencias organizado por el Instituto Nacional de Bellas Artes, los textos de 33 escritores fueron luego publicados en dos volúmenes en Los narradores ante el público 1966 y Los narradores ante el público. Segunda serie 1967.
[25] Sainz 1966, p. IV.
[26] Agustín 1990, p. 126.
[27] Monsiváis 1970, p. 103.
[28] Agustín 1994, p. 18.
[29] Monsiváis 1970, p. 103.
[30] Kerouak 1957.
[31] José Agustín 1994, p. 14.
[32] Ibid., p. 11. El autor subraya.
[33] Ibid., p. 12.
[34] Ibid., p. 33. El autor subraya.
[35] Por ejemplo, en este pasaje, durante la persecución: «¡Otro bache!, exclamó Francine, ¡ya tengo cuadradas las nalgas! Concédeme tu atención, pidió Virgilio». O sea, encadenando con el final de la réplica de Francine, «las nalgas», Virgilio responde «Concédeme». Subrayado del autor, se trata de imprimirle una cierta entonación al texto y es el mismo efecto buscado con la división de palabras en sílabas. Ibid., p. 170.
[36] Ibid., p. 10. El autor subraya.
[37] O sea, la capacidad de resonar de ciertas voces en una novela más allá de su campo de locución. Bakhtine 1978, p. 140.
[38] Agustín 1994, p. 52.
[39] Ibid., p. 172. El autor subraya.
[40] La novela se compone de 256 páginas en total, de las cuales 120 cuentan estas dos encerronas.
[41] Además de Se está haciendo tarde, integran este ciclo carcelario la obra de teatro Círculo vicioso (1972); la novela El Rey se acerca a su templo (1976); la segunda autobiografía de José Agustín, El rock de la cárcel (1984); y algunas novelas incluidas en compendios posteriores, «Mírate en este espejo», de No hay censura (1988); «Me encanta el infierno», de No pases esta puerta (1992).
[42] Agustín 1973, p. 217.
[43] Castañón 1993, p. 49.
[44] Confrontación de lo consciente con algunos componentes del inconsciente: la persona, la sombra, el ánima, el animus y el sí mismo; se trata de diferenciar el yo de todos estos complejos, el proceso conduce a un «completamiento» el individuo. Alonso G. 2004, pp. 55-70.
[45] Agustín 1994, p. 253.
[46] Banda sonora muy recomendable para quien aprecia el rock: Traffic, Beatles, Rolling Stones, Procol Harum, Spirit, Grateful Dead, Bob Dylan, Pink Floyd, Donovan, Buffalo Springfield, Jefferson Airplane, Delaney & Bonnie, Eric Clapton, Animals, Led Zeppelin, Wilson Pickett, Iron Butterfly, Archies, Joe Cocker, Frank Zappa, Moddy Blues, Procol Harum.
[47] Monsiváis 1977, p. 235.