- Pocos territorios tan pequeños pueden presumir de ser el objeto de estudio de tantos historiadores como el Valle de Arán. Las investigaciones de autores como Patrice Poujade, Maria Àngels Sanllehy, Joan Carles Riera o el mismo Serge Brunet, entre otros, lo atestiguan. La razón estriba en la singular naturaleza geográfica, política y cultural de este enclave: en el extremo de Cataluña, fronterizo con Aragón y con Francia, pero en la vertiente norte de los Pirineos y, por tanto, peor comunicado con España –a la que pertenece políticamente– que con Francia, con Cataluña que con Occitania, cuyo idioma conserva como lengua oficial.
- Serge Brunet, profesor de la Universidad Paul-Valéry de Montpellier, había ya publicado buena parte de su tesis[1]. Ahora vuelve sobre su investigación doctoral para publicar la otra parte, enriquecida con nuevas aportaciones y una actualización bibliográfica que le permite desarrollar de manera muy instructiva y detallada algunos aspectos que ya estaban presentes en ese primer libro. Para ello utiliza profusamente los documentos de los Archivos Departamentales de la Haute-Garonne así como los conservados en los archivos araneses -aunque raramente precisa su signatura archivística concreta-, y los del Archivo de la Corona de Aragón que fueron transcritos por Joan Reglà en 1951.
- El libro de Brunet se plantea el estudio del Valle de Arán desde el siglo IX hasta el siglo XVII o, como él mismo dice, «entre reforma gregoriana y reforma tridentina» (p. 276, 371). Para el autor, la situación del valle en la Edad Moderna no es comprensible sin remontar hasta la formación del feudalismo en los Pirineos. La idea básica es que la estructuración comunal y familiar de los araneses se ha apoyado sobre una determinada organización eclesiástica que, a su vez, les ha permitido librarse de la opresión señorial feudal. Esa organización se basa en una lucha de poder fundamental, repetida por las sucesivas generaciones: asegurar para las comunidades locales y para sus sacerdotes, hijos de las casas del lugar, la posesión de los bienes y rentas eclesiásticos frente a las apetencias de obispos, cabildos, monasterios y señores laicos. Para conseguirlo los araneses han utilizado hábilmente su condición fronteriza, que les ha permitido salvaguardar un marco institucional que no es sólo único, sino un caso «extremo» (p. 422).
- El inicio del libro nos sitúa entre el año mil, cuando la mayoría de las iglesias aranesas ya están construidas, y finales del siglo XI. En ese periodo, en Cataluña y en el Midi surgen los milites que, apoderándose de los patronatos de las iglesias gestionadas previamente por la comunidad o por algunas familias, evolucionarán hasta convertirse en señores feudales. Ellos y sus feudatarios se hacen con los diezmos y las primicias, no dejando al sacerdote más que algunas rentas o parcelas para poder mantenerse. No así en el Valle de Arán, donde los habitantes continúan siendo patrones colectivos de las iglesias.
- Cuando la «reforma gregoriana», que debe su nombre al papa Gregorio VII (1073-1085) pero que desborda ampliamente los límites de su pontificado, se plantea sistemáticamente el retorno de las rentas eclesiásticas en manos de laicos al clero, por todas partes crecen las mensas episcopales, capitulares y monásticas. Pero, de nuevo, su impacto se revela débil en los Pirineos, donde territorios como el Valle de Arán o, inicialmente, el Alto Comminges resisten los intentos de desposeerles de los diezmos. Los araneses obtienen la protección de los reyes de Aragón para resistir las presiones del obispo y del cabildo de Saint-Bertrand de Comminges. Es esa intervención real la que, a partir de 1313, interrumpe un incipiente proceso de feudalización que ya había comenzado en el Bajo Arán, en cuanto que impide las tentativas de apropiación particular de unos diezmos que continuarán durante siglos bajo el control de las comunidades locales. Estas gestionan los diezmos de la misma manera que sus pastos comunales, igualmente fundamentales para la supervivencia de la economía en la alta montaña.
- Gradualmente, a finales del siglo XIII, la posesión de las rentas eclesiales se traslada de las familias del lugar a la de los sacerdotes provenientes de ellas. Estos se constituyen en comunidades de sacerdotes racioneros («portionnaires») que se reparten colegiadamente los diezmos y las rentas para misas de difuntos. A partir del siglo XIV estas confraternidades de sacerdotes reciben el nombre de taules en el Valle de Arán y de mesaus en otros valles pirenaicos. Es una forma inteligente de cumplir con la reforma gregoriana, pues son clérigos quienes disponen de las rentas, sin perder por ello el control sobre los ingresos, ya que en todas las parroquias los clérigos del lugar son preferidos a los forasteros y los sacerdotes araneses antes que cualquier extraño al valle. El arrendamiento de los beneficios eclesiásticos, práctica habitual en todas partes, introduce una presencia nueva en este entramado socio-institucional, que es la de los mercaderes. En ese sentido, se puede lamentar que no se acuda a los estudios más recientes de Patrice Poujade sobre las redes comerciales transpirenaicas. En cambio, es altamente sugestiva la idea de que en el Alto Comminges el arrendamiento ha sido una forma de mantener las rentas decimales como mutuas de socorro de las comunidades locales a pesar del extrañamiento de los propietarios de los diezmos.
- Los fenómenos posteriores no introducen cambios sustanciales en este marco organizativo. Las reformas tridentinas comportan restricciones sobre el comportamiento clerical –por ejemplo, el respeto del celibato, bastante incumplido en el siglo XIV–, pero no cambian los rasgos sociológicos esenciales de estos «capellanes de casa», mantenidos con las rentas colectivas, además de las propias de la familia, mientras se generaliza el sistema de herencia que privilegia al hijo mayor -el hereu– sobre sus hermanos. Tampoco lo harán los tratados de «lies et passeries» entre diferentes valles, la división administrativa del Valle en seis «terçons» o los ecos de las guerras de religión francesas, sobre las cuales Brunet es autor de otros estudios en los que también se trata con detalle de la posición estratégica de la diócesis de Comminges. Es más, el tratado firmado con el obispo de dicha diócesis en 1567 extiende esta organización peculiar aranesa a las parroquias del Bajo Arán, donde hasta entonces no se había desarrollado completamente. En cambio, la Guerra de los Segadores, a la que Brunet dedica el último capítulo, arrasa el valle y provoca el estallido de tensiones internas que marcan «el final de un tiempo» (p. 417).
- Una escueta bibliografía, que no da cuenta de todas las obras citadas en el trabajo, un útil conjunto de mapas y fotografías hechas por el propio autor y dos índices, de nombres de lugar y de personas, completan el trabajo.
- En fin, es muy remarcable que con este libro Serge Brunet reivindica una manera transversal de escribir la historia. Transversal cronológicamente, porque enlaza la Edad Media y la Moderna sin solución de continuidad. Transversal también temáticamente, porque, en la pluma de Brunet, las iglesias son a la vez comunidades parroquiales y fortalezas de defensa militar y los clérigos, hombre de Iglesia al tiempo que miembros de unas familias montañesas con unas normas de conducta y, sobre todo, de herencia claramente definidas.
- El trabajo de Serge Brunet no se limita al Valle de Arán, sino que incluye continuas comparaciones con los otros valles de los Pirineos centrales, en particular el de Aneu -conocido gracias a los estudios de Enric Moliné-, el Alto y el Bajo Comminges e incluso, en algunas ocasiones, con Navarra, Bearn o la Gascuña, para lo cual son fundamentales las relaciones establecidas con los trabajos de Benoît Cursente. Brunet muestra de manera convincente que en cada valle se dan respuestas diferentes a unas mismas necesidades. Por eso, es de esperar que esta obra, por la riqueza de sus hipótesis y por la meticulosidad de su método, suscite nuevos estudios en otras comarcas pirenaicas.
Ignasi Fernández Terricabras
Universitat Autònoma de Barcelona
Brunet, Serge, 2018, Les églises de la Terre. Les communautés paysannes du Val d’Aran et des Pyrénées centrales, XIIe-XVIIe siècles, Toulouse, Éditions Privat, 1 vol., XVI p. + 506 p.; ilustr. en negro y blanco y en colores, mapas, portada.
ISBN : 978-2-7089-6995-7.
[1] Serge Brunet, Les prêtres des montagnes. La vie, la mort, la foi dans les Pyrénées centrales sous l’Ancien Régime, Aspet, PyréGraph, 2001, 863 p.