Tras dos años de conmemoraciones (2009-2010) de la expulsión de los moriscos (1609-1614) con la organización de congresos internacionales tanto en España como en países del Magreb (Marruecos, Túnez) y Francia, Michel Boeglin, quien participó en algunos de ellos, se adelanta, con la publicación de este libro patrocinado por el Ayuntamiento de Sevilla, a la publicación de las actas de dichos congresos que, en el caso del macro congreso de Granada o los de París y Madrid, después de hacer un balance historiográfico completo de todos los aspectos de la fascinante y compleja historia de los moriscos, marcarán un antes y un después en el estudio de esta minoría.
Hoy, a pesar de la existencia de algunas interpretaciones irreconciliables, hay casi unanimidad para considerar que todos los moriscos no eran uno, que hay que tener en cuenta toda una serie de parámetros que obligan a descender al nivel de la microhistoria, estudiando por ejemplo las estrategias de supervivencia de esta minoría, sin perder de vista el ámbito más global de la macrohistoria, el de la evolución de la Monarquía Católica en un contexto internacional muy tenso, con la afirmación de identidades nacionales en una Europa confesional en la que, generalmente, durante los siglos XVI y XVII, prevalecía la búsqueda de la uniformidad religiosa y en la que la disidencia religiosa era considerada disidencia política.
Con este libro, Michel Boeglin nos propone una síntesis muy completa de la historia de los moriscos sevillanos, la mayor comunidad morisca de la corona de Castilla, desde la llegada masiva de los moriscos granadinos expulsados después de la guerra de las Alpujarras (1568-1570) hasta su expulsión «definitiva», en tres olas sucesivas, entre 1610 y 1613. Para ello el autor sintetiza y actualiza en 6 capítulos una serie de trabajos suyos publicados entre 2003 y 2009 (ver nota 1, p. 14), con un aparato crítico basado fundamentalmente en documentos de archivos (Simancas, Archivo Histórico Nacional, Archivo Municipal de Sevilla).
Es un trabajo de investigación cuyo formato interesará al especialista por su claridad, la postura crítica del autor, cuya principal cualidad es la matización, y el aporte de 19 documentos de archivo interesantísimos en anexo, pero es también una obra de divulgación científica, dirigida a un público más amplio a pesar de las 276 notas, mayoritariamente referencias archivísticas, completadas con 15 ilustraciones, fotos de documentos del Archivo Municipal de Sevilla que cofinancia esta publicación, y una serie de conocidos dibujos de moriscos granadinos de Christoph Weiditz, Francisco Heylan y Diana Ghisi, unos moriscos granadinos que pasarían a engrosar, a partir de 1570, las filas de los pocos moriscos antiguos sevillanos de que se tiene noticia que acabarían también siendo expulsados entre 1610 y 1613, con excepción de los que, como el protagonista del retrato escogido como portada de la obra, el esclavo morisco de Diego de Velázquez, Juan de Pareja (pintado en 1650, libertado por el pintor a petición de Felipe IV en 1654), pudieron permanecer en Sevilla tras el fatal desenlace de la historia de los moriscos españoles o «naturales», como dirían el granadino Francisco Núñez Muley, el arbitrista Pedro de Valencia o el jesuita de origen morisco, Ignacio de las Casas.
El bonito y acertado título Entre la Cruz y el Corán sintetiza en parte la encrucijada en la que se encontró la mayoría de los moriscos de España, una situación resumida por un morisco llamado Cárdenas durante la revuelta del Albaicín de 1568: «Pero, ¿de qué Dios? ¿En qué ley? ¿De Christo con el alma mora, o de Mahoma con el bautismo de Christo? En ninguna ley podéis pedir a Dios ayuda con confianza, porque en el semblante christianos y sarracenos en lo interior: en la una ley os condena el rostro y el corazón en la otra[1]». Si bien dicho título parece encerrar el problema en su vertiente conflictiva religiosa, que fue central, el autor llama la atención muy acertadamente sobre el hecho de que «lo que se ha presentado como la negativa de los moriscos a su integración procedía más de argumentos culturales y de una reacción a la política asimiladora […] que de argumentos propiamente religiosos» (p. 83).
En Sevilla, espacio frontera, ciudad cosmopolita, en la que se cruzaban genoveses, alemanes, franceses, ingleses, conversos, negros, mulatos, bereberes y turcos esclavizados fue donde se expresó con toda su complejidad la cuestión morisca (p. 13). A lo largo de sus 6 capítulos, Michel Boeglin, apoyándose en documentos de primera mano, rebatirá los argumentos de los que se limitaban a presentar a los moriscos «como un grupo unido por un feroz sentimiento anticristiano y reacio a cualquier tipo de asimilación en la sociedad, generalizándose ciertos comportamientos extremos al conjunto del colectivo, cuando precisamente la identidad de aquellos cristianos nuevos, en Sevilla como en otras poblaciones de Castilla, estaba en profunda mutación a la hora de la expulsión de 1610» (p. 18).
El primer capítulo, «Mudéjares y cristianos en la Sevilla medieval» (pp. 19-27), el más breve y menos original del conjunto, aunque útil en una óptica de divulgación, sirve para plantar el decorado arrancando en el siglo XIII hasta la víspera de la llegada de los moriscos granadinos a Sevilla. Es interesante para distinguir entre los «moriscos antiguos», que se convirtieron al catolicismo voluntariamente antes de 1502, fecha que marca el fin mudejarismo, y los moriscos posteriores. Tanto estos como aquellos, más asimilados y mejor integrados acabarían siguiendo el mismo camino del exilio. El trato fue el mismo para todos como ya lo criticaba en su memorial de 1566 el notable morisco Francisco Núñez Muley.
El capítulo II, «El renacer de la cuestión morisca en Sevilla. La deportación de los granadinos» (pp. 29-49) se inicia con las consecuencias de la publicación de la pragmática de 1567 que reactivaba todo el arsenal represivo elaborado desde la junta de la Capilla Real de Granada (1526), a saber, el levantamiento de los moriscos granadinos de las Alpujarras que, tras su derrota, se saldó con la dispersión de unos 60000 «rebeldes» por Castilla y la llegada de unos 4300 granadinos a Sevilla. Este capítulo se centra en el control y diseminación de la minoría por diversas zonas de la ciudad en un clima de recelo y rechazo por parte de la población y mucha confusión en la aplicación de las directivas reales. El objetivo era evitar la formación de núcleos de moriscos que pudieran suponer un peligro pero en la práctica, la mayoría de ellos se concentró principalmente en la parroquia de Triana (1994 en 1589; 2176 en 1609, anexo XIII). Uno de los mecanismos principales de este control eran los sacerdotes que compaginaban dicha función con su misión de adoctrinar a los moriscos, una misión para la que la Iglesia movilizó «medios insuficientes para que pudiese llegar a ser efectiva una verdadera evangelización de los cristianos nuevos de moros» (p. 46).
El capítulo III, «Demografía y sociedad moriscas en Sevilla» (pp. 51-67) aporta datos muy interesantes a partir del análisis del padrón de 1589 (anexo XII), «único padrón del conjunto de los moriscos hoy conservado». 19 años después de su llegada a Sevilla, había unos 6300 moriscos y en 1609 habría unos 7503. Para Michel Boeglin, este aumento debe de ser interpretado como el resultado de nuevas instalaciones y no simplemente como el resultado de la bien arraigada y negativa percepción popular de una galopante e inquietante demografía morisca. A este respecto, la conclusión a la que llega el autor es que la natalidad de los moriscos no superaba a la de los cristianos viejos. El documento, verdadero retrato de la población morisca en Sevilla, aporta datos interesantes sobre las relaciones y redes de solidaridad entre moriscos granadinos exiliados y moriscos antiguos de Sevilla. En esa Sevilla cosmopolita, al igual que el personaje de la portada, el 17,1 % de los moriscos, uno de cada cinco, eran esclavos.
El capítulo IV, «Hereje y rebelde. El morisco: imágenes y estereotipos» (pp. 69-86) ilustra la evolución de las relaciones entre cristianos nuevos y cristianos viejos hacia una mayor tensión a partir de los años 80 y es que, después de la guerra civil de las Alpujarras, ya nada sería igual y la crisis económica de esos años no arreglaría las cosas. Esta situación se vio agravada con los rumores de una inminente sublevación de los moriscos sevillanos y de toda Andalucía.
Conocíamos al morisco quintacolumnista aliado de turcos, berberiscos, franceses y protestantes, aquí descubrimos al morisco aliado de los portugueses en vísperas de la accesión de Felipe II al trono de Portugal. Del análisis de la documentación al respecto Michel Boeglin concluye que si bien hubo una conspiración encabezada por notables moriscos como el nazarí Hernando Muley, su alcance no fue para nada tan amplio como lo pretendían algunas autoridades locales; el autor habla de «una rebelión mistificada». No obstante, algo se había roto entre ambas comunidades y en estos años empezaron a aparecer proyectos de expulsión como el de la junta de Lisboa de 1582 o incluso propuestas más radicales como las del licenciado Alonso Gutiérrez que propondría en 1588 (anexo XI) una medida parecida a la que propusiera en 1587 el obispo de Segorbe, Martín de Salvatierra, la castración de todos los moriscos.
El capítulo V, «Entre Islam y cristianismo. Avatares de la identidad religiosa de los moriscos» (pp. 87-104) analiza la compleja realidad morisca con una amplia variedad de actitudes y comportamientos que iban de la asimilación a la franca hostilidad aunque, según el autor, a través de las fuentes inquisitoriales, «difícilmente podría hablarse de redes de criptomahometanos extensas en la Sevilla de la segunda mitad del siglo XVI» (p. 95). La represión de la que hace un balance había logrado debilitar considerablemente a la minoría. Esta situación «desmiente un discurso recurrente, elaborado a la hora de la expulsión […] presentando al colectivo morisco como un grupo casi unánimemente díscolo y reacio al mundo cristiano, cuando precisamente lo que revelan las causas era una identidad en constante fragmentación y proceso de cambio» (p. 103).
Con el capítulo VI, «La expulsión de los moriscos (1610-1614)» (pp. 105-131) el autor resume los procesos de expulsión de los moriscos sevillanos dificultados por el complejo entramado entre cristianos viejos y moriscos y la diversidad de actitudes ante la religión de estos; la resistencia de algunas autoridades y vecinos a aplicar los decretos rompen también con la imagen de unanimidad que deseaban imponer los apologistas de la expulsión. Destaca aquí Michel Boeglin uno de los aspectos más dramáticos, el del destino de los niños moriscos raptados
Dentro de la impresionante producción bibliográfica sobre los moriscos, y en el caso particular sobre los granadinos sevillanos, el libro de Michel Boeglin merece ocupar un lugar destacado.
Youssef Al Alaoui - Université de Rouen
Michel Boeglin, Entre la Cruz y el Corán. Los moriscos en Sevilla (1570-1613), Sevilla, Ayuntamiento de Sevilla, Instituto de la Cultura y las Artes (ICAS), 2010, Colección: Temas libres, 48, 180 p + 8 p. de ilustraciones.
ISBN 978-84-92417-30-8
[1] Janer, Florencio, Condición social de los moriscos de España, ed. facs, 1987, doc. 11, p. 143.