By | 27 mars 2015

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La reflexión acerca de la vida cotidiana ha sido una de las líneas importantes de preocupación por parte de los filósofos europeos durante el siglo XX, mayoritariamente en la tradición fenomenológico-hermenéutica. Esta estuvo muy condicionada por el concepto de «actitud natural» de Husserl, entendido como actitud pre-reflexiva en la que vivimos cotidianamente las personas y que hace de suelo de todas nuestras interpretaciones, teorías o elecciones, considerándose a la vida cotidiana como lugar de repetición y monotonía, de ritmo lento y resistente al cambio. Actualmente, una obra influyente como la de Bruce Bégout reproduce en cierto modo esa visión cuando habla de la vida cotidiana como «el mundo común, ordinario, habitual, tal como se presenta en la experiencia irreflexiva de la existencia, el medio ambiente de la vida, que no constituye nunca el objeto de un examen especifico, sino que es aceptado con confianza inaceptable» (L’enfance du monde, 2007, p. 56). Para Bégout la vida cotidiana se convierte en un a priori antropológico a partir del cual todas las experiencias, sean estéticas, políticas o económicas, son tomas de posición respecto a lo cotidiano y solamente desde ahí cobran sentido. Los agentes en su vida cotidiana viven en una normatividad estable que no es la de las instituciones, sino la que se ha consolidado en su mundo inmediato, que tiene un carácter superyoico que no coincide con las reglas o leyes volcadas en códigos o constituciones. La rutina caracterizaría un discurrir vital que sin embargo los historiadores muestran cargado de cambios, conflictos y transgresiones.

Otras tradiciones, como la marxista, entendieron bien la importancia de generar conocimiento histórico sobre esa vida cotidiana que consideraron ontológicamente como la vida real y auténtica. Así, en su Estética, G. Lukács, sobre cuya obra y magisterio se monta la de Agnes Heller, tematizó la vida cotidiana como el ámbito primordial en el que se despliega la vida humana, señalando algunos rasgos fundamentales: el papel fundamental de las costumbres y tradiciones por encima de una actitud científica, racional o teórica sobre la misma; la vinculación inmediata entre teoría y práctica; un materialismo espontáneo que no está reñido con la presencia de lo religioso, un pensamiento también espontáneo y a-teórico que resiste a las concepciones del mundo científicas y filosóficas, y por último, un conocimiento cotidiano que se suele basar en analogías e inferencias analógicas. Frente a Heidegger, que recluyó la vida cotidiana en el ámbito de lo inauténtico, Lukács y Heller la van a considerar la forma real en la que se viven los procesos históricos. En la vida cotidiana, por tanto, se mide la eficacia histórica de los discursos, de las normas y los cambios políticos y económicos, y en tanto que objeto de estudio, se abre como espacio donde uno se topa con las personas de carne y hueso que realmente fueron mordidas por el tiempo.

El libro que nos ocupa, que viene a sumarse a una extensa proliferación de los estudios historiográficos sobre la vida cotidiana en la edad moderna española en los últimos años[1], ofrece una magnífica colección de perspectivas posibles sobre como se vivía realmente en el mundo hispánico de los siglos XVI-XVIII. Teniendo por origen unas jornadas en torno al tema de las rutinas y conflictos durante la modernidad celebradas en Córdoba en el año 2011, el libro no ofrece el formato habitual de un libro de Actas al uso, sino el de una compilación de artículos reunida en diferentes bloques temáticos que reflejan muy bien la tensión dialéctica entre lo normativo-legal-discursivo y las prácticas y apropiaciones o subjetivizaciones cotidianas.

Tras una útil y clarificadora introducción a cargo de su editor, Manuel Peña, que es profesor titular de Historia Moderna en la Universidad de Córdoba, el primer bloque se dedica a Tendencias propias de los estudios de vida cotidiana en la actualidad. El libro se abre con un texto del historiador francés R. Chartier dedicado a la operatividad de los conceptos de estrategia y táctica en la obra de Michel de Certeau, centrada en la reflexión acerca de como se relacionan discurso y mundo social, pues es en ella en el donde la historia se escribe. Martin Biersack, por su parte, ofrece un interesante recorrido sobre el surgimiento y consolidación con los importantes debates añadidos de la Alltagsgeschichte en Alemania, pues como se sabe, fue en los años 80 cuando los estudios de vida cotidiana despegaron teniendo como objeto de estudio las experiencias de los soldados alemanes en la IIGM. Por su parte, el artículo de Máximo García constituye una interesantísima y original perspectiva sobre la importancia de la historia material, de los bienes muebles y de los espacios, y su relación con la vida cotidiana (las revoluciones del consumo y las apariencias y la verticalidad de las mismas), que no obstante pienso que ganaría en más riqueza analítica si incorporarse algunos aportes desde la sociología (Veblen o Bourdieu). Por último, Pilar Gonzalo y Jaqueline Vasallo exponen el recorrido y el estado de la historiografía el sobre vida cotidiana en México y Argentina respectivamente.

El segundo bloque de artículos está dedicado a Conflictos y rutinas. El primer artículo, de Mª. Luisa Candau Chacón, se centra en la diferencia generadora de actitudes y estrategias cotidianas existente entre los modelos impuestos de mujer casada en el mundo hispano y los modos bajo los cuales las mujeres transgredían y utilizaban los discursos readaptándolos a sus situaciones en conflicto, tomando como punto de partida una amplia muestra documental centrada en procesos laicos por delitos contra la moral o contra el matrimonio. La estrategias a la hora de defenderse presenta a mujeres creativas, asustadas, pícaras o sumisas defendiendo su fama u honestidad, por ejemplo negando los hechos o narrando su propia versión de los mismos. Por su parte, el artículo de Mariela Fargas, de la Universidad de Barcelona, afronta el tema de la violencia patriarcal utilizando un rico aparataje teórico que va desde Foucault a Bourdieu, pasando por M. de Certeau o Althusser. Muy interesante es el artículo sobre las cofradías en el reino de Granada como lugares de conflicto, socialización y orden de los investigadores Inmaculada Arias de Saavedra y Miguel L. López Guadalupe, cerrándose el bloque con un excelente artículo de Maria José de la Pascua, profesora de la Universidad de Cádiz, acerca de la criminalidad y la violencia durante la época moderna, y otro de Laura de Mello, de la Universidade de Sao Paulo sobre violencia cotidiana en Minas Gerais.

El tercero de los bloques está dedicado a las Transgresiones cotidianas. Lo abre Enrique Villalba con un estudio sobre la prostitución en Madrid durante el Siglo de Oro. Llena de gentes por la presencia de la Corte y la emigración del campo a la ciudad producida desde finales del siglo XVI, la capital se presenta como una tierra de oportunidades fértil para la picaresca y la prostitución. El autor mide el nivel de acoplamiento entre la imagen literaria del mundo de la marginación con la existencia de hombres y mujeres que vivían en los bajos fondos, señalando cómo la literatura podía ocultar matices y prácticas conflictivas determinadas, así como los debates que se dieron en torno a las mismas. Artículos como este, sumado al conjunto del libro, ponen de relieve como lo cotidiano no es sinónimo de rutinario, aunque más bien cabría preguntarse si lo que desde nuestra óptica presente consideramos transgresión –el pecado, p.e.- era algo conflictivo entonces; si eso que para nosotros puede ser transgresión no era rutina o normal para las gentes en aquellos contextos, porque que no fuese normativamente permitido no quiere decir que no fuesen conductas normales cosas como la corrupción o el latrocinio, siendo los condicionamientos socio-económicos y culturales los que mayormente contribuyen a los desajustes entre el discurso y la realidad.

Juan J. Iglesias revisa los vectores bajo los cuales se ha analizado el fenómeno de la violencia durante la edad moderna y su inserción en lo cotidiano desde una amplia base documental, mientras que Bernat Hernández ofrece un interesante artículo sobre la relación entre la moneda y lo cotidiano. Por su parte, Miguel A. Melón estudia la frontera y su representación en tiempos de paz y de guerra y su incidencia en la vida cotidiana de sus moradores, mostrando la inadecuación entre la vida fronteriza y las normativas que se imponían desde los centros de poder, pues ambos espacios funcionaban con lógicas distintas.

El cuarto bloque, Realidades y ficciones, lo abre María de los Ángeles Samper con otro de sus estudios de historia de la alimentación, esta vez centrado en lo que se comía durante los viajes basándose en los libros de viajes y sus relatos de los alimentos y posadas de extranjeros, utilizando por tanto fuentes indirectas. Jaime García Bernal ofrece un excelente artículo dedicado a un libro de casos notables de la ciudad de Córdoba, que abre con una reflexión acerca de las relaciones entre memoria y escritura, pasado o acontecimiento y su representación en los memoriales por parte de las gentes letradas. Casos notables que se revelan extraños en las rutinas cotidianas pero que en tanto relatos que expresan una necesidad de transmisión se insertan en las mismas.

Fernando Bouza incluye un trabajo dedicado al estudio de la relación entre las casas de conversación y el miedo a la conspiración por parte de señores y autoridades, tocando el tema de la conversación y el trato en la tratadística y la literatura y explorando los lugares propicios a la conspiración o la simple conversación, de la que los poderes siempre sospecharon: teatros, corralas, celebraciones, casas de juego… El artículo muestra, como otros tantos del volumen, la necesidad de la historia de la vida cotidiana respecto a los textos y la literatura en contraste con la historia social de espíritu positivista (que cree tratar con hechos cuando trata con estadísticas). Ana Cayuela estudia la vida cotidiana de los escritores en el siglo XVII mientras que Michele Olivari, de la Universidad de Pisa, ofrece un breve artículo sobre los espacios privados y públicos, su permeabilidad y su relación con la dinámica histórica en la arena política.

El último bloque está dedicado a la religiosidad. A las puertas del cielo se abre con un artículo de Carlos A. González sobre la función de las imágenes de culto en el marco de la Contrarreforma, así como las normas que regulaban sus usos. Eliseo Serrano estudia la función de las reliquias, mientras que Rosa Mª. Alabrús se centra en la relación entre religiosidad y vida cotidiana en la Barcelona de la guerra de sucesión. Por último, Ángela Atienza vuelve a ofrecer uno de sus importantes artículos sobre la vida conventual femenina, esta vez bajo la perspectiva de la vida cotidiana, logrando mostrar el «desarreglo» entre el modelo de monja y la vida de las monjas de verdad.

En conclusión, el libro representa un muestreo de calidad y rigor científico de temas propios del campo de estudio de la vida cotidiana en el mundo hispánico reuniendo a buena parte de los mejores historiadores en torno a los temas que concentra. Temas que abren además perspectivas múltiples e interesantes para futuras investigaciones pero que ante su falta de unidad epistemológica obligan a preguntarse qué es realmente la «vida cotidiana» como objeto de estudio. O dicho de otro modo, qué diferencia algunos trabajos sobre vida cotidiana de la microhistoria, la historia social o la historia inmaterial o post-historia.

En lo cotidiano se vive con un tiempo donde se yuxtaponen momentos pasados, fluctuante y cualitativo (Bergson lo llamó dureé) frente a la representación decimonónica de la historia como sucesión de acontecimientos ordenados linealmente. Esa vida cotidiana se construye además cuando los individuos reaccionan, se apropian, se saltan, cumplen o disimulan cumplir con las normas explícitas e implícitas de los mundos sociales en los que tenían que hacerse cargo de sus vidas respectivas. Su riqueza cromática quizá hace imposible la reducción a una categoría histórica y es la que obliga a permanecer en una pluralidad de perspectivas, enfoques abiertos y en tensión, servirse de variedad de fuentes… pero eso no es óbice para que se siguiese echando en falta un modelo formal y conceptual común que dotase de unidad a ese ámbito de estudios. Esa unidad no estaría demandada por la acostumbrada vigilancia de fronteras propias del campo académico, sino por la dignidad propia de lo cotidiano como punto de arranque de todas nuestras historias.

Álvaro Castro Sánchez
Seminario de investigación María de Cazalla
UNED

Manuel Peña (ed.), La vida cotidiana en el mundo hispánico (siglos XVI-XVIII), Madrid, Abada, 2012, 465 p.
ISBN: 978-84-15289-35-7

[1] Información actualizada al respecto en el blog que gestiona el editor de esta obra: www.lavidacotidianaenelmundohispánico.blogspot.com.es