By | 30 juin 2019

CECIL#5 PDF de l'article

  1. Una buena manera de medir un universo en constante expansión es, sin duda, a través de sus objetos más distantes: la velocidad a la que éstos se alejan del observador, en múltiples direcciones, puede servir como un buen indicador de las fuerzas que rigen ese universo. Es quizá ese el espíritu que anima el libro Tendencias disidentes y minoritarias de la prosa mexicana actual (1996-2016), compilado por Davy Desmas y Marie-Agnès Palaisi y publicado por Mare & Martin (2018). Se trata de una colección de estudios sobre narrativa mexicana contemporánea que se concentra en el análisis de una pluralidad de obras cuyo principal rasgo en común es la distancia que guardan con relación a las tendencias mayoritarias dentro del campo literario mexicano actual.
  2. A partir de un universo de prosas y prosistas que abarca los veinte años que separan la publicación del Manifiesto del Crack en 1996 de la trágica y prematura muerte de uno de sus autores más representativos, Ignacio Padilla, en 2016, sin duda es posible identificar, si no generaciones, escuelas o movimientos, al menos sí algunas temáticas y formas de escritura dominantes. Estos «patrones» son el resultado de una multiplicidad de factores que constituyen el singular campo literario mexicano durante lo que el sociólogo Fernando Escalante Gonzalbo ha llamado «el momento neoliberal»: la importante tradición de subvención directa e indirecta del Estado en la producción de obras, la profesionalización de la escritura, la concentración de la distribución en un puñado de grandes conglomerados editoriales multinacionales y cadenas de librerías, los mecanismos de descentralización (como el Fondo Editorial Tierra Adentro), en oposición a la pequeña y muy centralizada colección de publicaciones de difusión y crítica literaria.
  3. Las afinidades estéticas y temáticas más o menos identificables de la prosa mexicana actual que llamamos, por ejemplo, «narcoliteratura» o «autoficción» no son resultado tanto de un zeitgeist, una mentalidad generacional, una concertación programática o de un compromiso ideológico concreto, sino de una serie de respuestas al desafío de escribir en un entorno donde es necesario equilibrar las exigencias estéticas de las «vanguardias consagradas» (retomando la fórmula de Pierre Bourdieu), por un lado, y de los horizontes de expectativas delineados por las multinacionales editoriales, por el otro. Igual que ocurre en otros países de habla hispana, la búsqueda de equilibrio entre experimentación formal y éxito comercial podría atribuirse a esa revolución copernicana que fue el Boom Latinoamericano a mediados del siglo XX. Es en esa intersección entre preocupación estética y conformación de una identidad inteligible (ergo monetizable), más que en el mercado o en la torre de marfil, donde se sitúa el huidizo centro gravitacional del campo literario mexicano actual.
  4. El compendio de Desmas y Palaisi busca circunnavegar las tendencias y estéticas más favorecidas tanto por las instituciones culturales y editoriales como por los especialistas de los circuitos académicos y los medios de comunicación, a saber: la narcoliteratura, la literatura de género, la narrativa de la frontera, la narrativa posmoderna, las escrituras transgenéricas y las nuevas ficciones históricas, por mencionar las principales. La intención es clara: más que un mapeo exhaustivo de la totalidad de la producción del campo literario mexicano (labor fútil, huelga decirlo), lo que los estudios de este volumen buscan es identificar una constelación de puntos limítrofes que sirvan como balizas para medir tanto los alcances de las fuerzas centrípetas de las formas dominantes como los alcances de las múltiples fuerzas centrífugas que dispersan cada una de estas obras hacia direcciones distintas.
  5. Ahora bien, el estudio de las tendencias narrativas desde el punto de vista de la disidencia y la marginalidad plantea dos desafíos. En primer lugar, reunir un conjunto de trabajos cuyos objetos de estudio expresan distintas formas de marginalidad y ex-centricidad (en su sentido etimológico de «fuera del centro»); en segundo lugar, que la conjunción de esa pluralidad de manifestaciones poéticas nos ofrezca información relevante sobre el campo al que pertenecen (si bien de forma periférica), evitando a toda costa la constitución de un simple muestrario o un bazar de curiosidades literarias. Vistos los resultados, es posible decir que este compendio consigue sortearlos de manera satisfactoria al ofrecernos un conjunto de estudios que abordan problemáticas distintas, pero siempre teniendo en mente cuáles son las tendencias dominantes que transgreden, subvierten o reinterpretan desde distintas posiciones discursivas.
  6. En primer lugar, encontramos un conjunto de trabajos que gravitan en torno al problema de la pluralidad de identidades sexuales, que resulta tan urgente como cualquier otro en un país con una identidad nacional estrechamente vinculada a la virilidad y que padece una dramática crisis de feminicidios que solo se acrecienta con el paso de los años. Las distintas propuestas recogidas por Davy Desmas y Marie-Agnès Palaisi están marcadas por su posición marginal: por ejemplo, Marie-José Hanaï estudia la obra de Ana García Bergua para mostrarnos cómo representa los roles femenino y masculino, pero también cómo se sugiere la posibilidad de subvertir estos roles tradicionales más allá de las formas de escritura feminista militante. Asimismo, encontramos dos estudios que nos presentan visiones nuevas sobre la representación de la homosexualidad masculina y femenina: por un lado, Antoine Rodriguez realiza una genealogía de la figura de la «loca» en la historia de la literatura mexicana y qué implicaciones tiene en la construcción de los personajes trans en la actualidad. Elena Madrigal, por su parte, explora el uso de la perspectiva infantil como dispositivo narrativo para mostrar la génesis problemática del erotismo que puede derivar de la transgresión e inclusive del abuso, lo que nos obliga a una mirada más compleja, informada por nuevos matices éticos. Por último, en su trabajo sobre Las siete cabritas de Elena Poniatowska, Karim Benmiloud nos muestra cómo la escritora franco-mexicana, valiéndose de su talento narrativo relata la lucha de siete escritoras y pintoras visionarias contra el machismo, la opresión, así como contra sus propios demonios: se trata de Nahui Ollin, Nellie Campobello, Frida Kahlo, María Izquierdo, Rosario Castellanos, Pita Amor y Elena Garro. Esta constelación de «medallas», nos dice Benmiloud, es una alegoría donde siete mujeres libres, en el sentido más pleno de la palabra, escapan a las tinieblas de su tiempo para brillar en el cielo de la historia.
  7. En segundo lugar, Desmas y Palaisi nos ofrecen una serie de tendencias disidentes que responden a las distintas formas de violencia que se han instalado en la realidad cotidiana del país valiéndose de nuevos dispositivos narrativos o bien de nuevos usos de las figuras empleadas para modelizar el espacio mexicano (principalmente, el concepto de frontera). Un ejemplo notable lo ofrece Florence Olivier en su análisis de dos obras literarias que constituyen auténticas «fugas» (el término musical es más que pertinente) de las categorías narrativas establecidas: por un lado, Señales que precederán al fin del mundo de Yuri Herrera, con el uso de la alegoría y la mitología prehispánica para tratar el tema de la crisis migratoria en México y Centroamérica; por otro lado, la apropiación lúdica del discurso historiográfico por parte de Álvaro Enrigue en Muerte súbita con el fin de saldar cuentas con la modernidad mexicana y sus orígenes problemáticos. Otro ejemplo notable lo encontramos en el estudio de la novela El circo que se perdió en el desierto, de Miguel Méndez, realizado por Cécile Quintana, donde se exploran los usos que Méndez da al canon literario europeo y cómo la convivencia en la página entre el lenguaje coloquial y el lenguaje literario, entre los referentes locales y los europeos, entre el vacío del desierto y la plenitud barroca del circo (ese carnaval móvil) permite reinterpretar la literatura de fronteras homenajeando la cultura chicana.
  8. Asimismo, los estudios de Sébastien Rutés sobre Hotel Carroña de Eduardo Monteverde y de Julio Zárate sobre Hotel DF de Guillermo Fadanelli constituyen un dueto que explora la duplicidad de la realidad mexicana: la promesa del espacio idílico que se vende a los turistas, por un lado; y la realidad desgarradora y violenta que viven sus habitantes, por el otro. En ambos casos vemos que la frontera, esa noción que tanto ha fascinado a los narradores mexicanos, se desplaza lejos del Río Bravo y se sitúa en aquellos lugares donde la globalización y el neoliberalismo barroco también hacen convivir la civilización con la barbarie. En un estudio de Daniel Meyran vemos cómo esta «frontera de cristal», de la que habló Carlos Fuentes, se desplaza de nuevo hacia el corazón de la sierra de Chihuahua en el teatro de Victor Hugo Rascón Banda y pone en escena las formas de neocolonialismo que vulneran a los pueblos originarios en México. Por último, otra dupla interesante está constituida por los estudios de Sara Calderón y Véronique Pitois Pallares sobre la narrativa de Jorge Volpi: por un lado, Calderón pone el acento en la porosidad de la frontera entre realidad y ficción en la obra de Volpi; Pitois Pallares, por su parte, explora la cuestión de la dialéctica entre nacionalismo y posnacionalismo en El jardín devastado, una querella de larga data en la literatura mexicana pero que encuentra nuevos bríos en el mundo posterior al 11 de septiembre de 2001.
  9. El hecho de que incluso las tendencias marginales y disidentes busquen dialogar con las facetas más dramáticas de la realidad presente, aun a través de dispositivos narrativos sofisticados, nos dice mucho del estado actual del campo literario mexicano. Resulta reveladora la ausencia, dentro del corpus, de obras puramente lúdicas, «escapistas» o simplemente experimentales: poco interés ven los especialistas en obras que no interroguen el presente. Una preocupación semejante se puede observar en los circuitos editoriales, los jurados seleccionadores de las instituciones culturales y en las revistas de crítica literaria. Y esto tiene una explicación lógica: en un mundo en cuyo reparto de lo sensible se han vuelto visibles las múltiples encarnaciones de la violencia y la injusticia, la falta de posicionamiento es percibida como una forma de complicidad silenciosa. Por lo tanto, nadie puede ya escribir de espaldas a los horrores cotidianos y declararse inocente. Si, como afirma Jorge Volpi, en un artículo reciente para el New York Times, asistimos luego de la muerte de Fernando del Paso en 2018 al «fin de la Edad de Oro de la literatura mexicana», queda por preguntarnos si estas tendencias marginales y disidentes fueron parte de los últimos fulgores de una galaxia agonizante o los primeros destellos de una nueva era que se despliega ante nuestros ojos.

Manuel Alejandro González Palomares
Université Paul-Valéry Montpellier 3

Davy Desmas y Marie-Agnès Palaisi, 2018, Tendencias disidentes y minoritarias de la prosa mexicana actual (1996-2016), Paris, Mare & Martin, 227 p.
ISBN 978-2-84934-342-5