By | 20 octobre 2017

CECIL#3 PDF de l'article

Rosa Navarro Durán 1
Universidad de Barcelona

Resumen: Teresa de Jesús escribe para comunicar sus experiencias y conocimientos, y lo hace insistiendo en su condición de mujer no letrada, en su torpeza, en sus dudas. Su yo de escritora adquiere volumen, entidad con la imperfección que pregona, y así quita todas las barreras entre su palabra y sus destinatarias, las monjas, a las que incluso incluye en su relato. Y no solo a ellas, sino que también introduce en su texto a su censor, es decir al confesor a quien se lo da a leer para que elimine de él lo que considere oportuno. Su prosa es una escritura en libertad aunque dice que escribe por mandato; ella sabe muy bien que la censura inquisitorial la acecha. La estrategia de Teresa de Jesús para que su palabra escrita sobreviva forma parte de la espléndida originalidad de su obra. Su creación es palabra viva, fruto de la experiencia de una magistral escritora, que aprendió de la samaritana –una mujer– a transmitir a los demás lo que había descubierto.
Palabras claves: autobiografía, comunicación, censura, mística, samaritana, oralidad.

Titre : L’espace littéraire comme lieu de communication: l’écriture en liberté de Thérèse de Jésus.
Résumé : Thérèse de Jésus écrit pour communiquer ses expériences et ses connaissances, et elle le fait en insistant sur sa condition de femme non lettrée, sur sa maladresse, sur ses doutes. Son je d’écrivaine prend corps et toute son entité avec l’imperfection qu’elle publie, et de cette façon elle ôte toutes les barrières entre ses mots et leurs destinataires, les religieuses; elle les introduit même dans son récit. Et non seulement celles-ci, mais Thérèse met aussi dedans de son texte son censeur, c’est-à-dire le confesseur à qui il sera donné à lire en lui disant qu’il peut éliminer ce qu’il considère nécessaire. Sa prose est une écriture en liberté malgré le fait qu’elle assure qu’elle écrit sous commandement: elle sait très bien que la censure de l’Inquisition guette ses œuvres. La stratégie de Thérèse de Jésus afin que ses écrits puissent survivre fait partie de la splendide originalité de sa création; cette dernière est parole vivante, fruit de l’expérience d’une écrivaine magistrale. La sainte apprit de la Samaritaine –une femme– à transmettre aux autres ce qu’elle avait découvert.
Mots-clés : autobiographie, communication, censure, mystique, Samaritaine, oralité.

Title: The literary space as a place of communication: writing free of Teresa of Jesus
Abstract: When Teresa de Jesús writes she does so in order to communicate her experiences and insights; she insists upon that fact that she is an illiterate woman, with all the clumsiness and doubts that accompany her condition. Her writer-self acquires volume and this entity, combined with a stately imperfection, results in the erasure of all barriers between her words and their recipients – the nuns – whom she goes as far as to include in her story. The nuns are not the only ones: Teresa de Jesús also introduces in the text her censor – that is to say, her confessor – to whom she gives it so that he can eliminate from the text anything he considers inappropriate. Her prose is written in liberty, but she says that she writes by force: Teresa de Jesús knows very well that inquisitorial censorship lurks behind every corner. Indeed, forming part of the splendid originality of her work is the writer’s strategy for making sure that her words would survive. Her creation is living word, fruit of the experience of a masterful writer who learned from the Samaritan – a woman – to transmit to the others what she had discovered.
Keywords: autobiography, communication, censorship, mystics, the Samaritan woman, oral tradition.

Pour citer cet article : Navarro Durán, Rosa, 2017, « El espacio literario como lugar de comunicación: la escritura en libertad de Teresa de Jesús », Dossier thématique : Écrire sous la contrainte : mystiques, contemplatifs et le spectre du juge. Pratiques et stratégies de discours. Espagne, Portugal (XVe-XVIIIe s.), coord. par M.a Mar Cortés Timoner, Cahiers d’études des cultures ibériques et latino-américaines – CECIL, no 3, <https://cecil-univ.eu/c3_5/>, mis en ligne le 20/10/2017, consulté le jj/mm/aaaa, DOI : https://doi.org/10.21409/c3_5.

Introducción

  1. La prosa de Teresa de Jesús es muy cercana a los lectores porque nada se interfiere entre ambos; el propósito de la escritora era la comunicación, y le era completamente ajena la exhibición de su condición de creadora y, por tanto, de ser persona culta, letrada, que se vincula a una tradición literaria. Ella dice que escribe por mandato, y en realidad lo hace por voluntad de transmitir lo que ha vivido, lo que ha aprendido, de ser útil, de entregarse en forma de palabra a los demás; pero para poder hacerlo va a lograr que ese camino elegido sea fruto de la orden de sus sucesivos confesores. Vamos a ver cómo creará un espacio literario totalmente novedoso al incluir en él a sus interlocutoras, a sí misma como personaje e incluso al propio censor de sus palabras.

1. Su obra literaria, fruto de la experiencia vivida

  1. Toda la creación literaria de Teresa de Jesús es autobiográfica, porque no solo el Libro de la vida recoge trozos de vida, experiencias, reflexiones, análisis de alma, sino también lo hacen todas las demás obras. Con razón Gerardo Diego dijo: «santa Teresa escribe, no tanto como habla, sino como es. Es escribiendo, lo es en su totalidad y unidad2». Y Juan Marichal, al analizar el papel de Teresa en el ensayismo hispánico dice de su escritura: «la pluma es, en santa Teresa una vía de acceso a la propia interioridad individual3». Sus experiencias las transforma en palabras que pretenden ser útiles a los demás; en su prosa monere es prioritario a delectare, y sin embargo, su capacidad expresiva hace que el lector saboree el placer de la armonía y belleza de su escritura.

  2. Su prosa incluye su yo y su diálogo con el Señor, pero también a sus hermanas las monjas o a su confesor, cuando a ellos está destinada. Y su yo no es solo una persona gramatical que desempeñe el papel del narrador, sino que está reforzado por los adjetivos que se aplica y que reafirman así su condición de mujer escritora. Adquiere volumen, bulto, grosor con sus menciones a su rudeza, su pobreza, su incapacidad: «Hela aquí una pobre monja descalza, sin ayuda de nenguna parte, sino del Señor, cargada de patentes y buenos deseos y sin ninguna posibilidad para ponerlos por obra […] ¡Oh grandeza de Dios! ¡Y cómo mostráis vuestro poder en dar osadía a una hormiga!» (Fundaciones, 2, 6-7)4.

  3. Escribiendo a veces conversa con sus destinatarias, pero al mismo tiempo las convierte en testigos de su autoanálisis: «Ahora no hablo con vosotras –que harto mal sería no tener entendido esto–, sino conmigo, el tiempo que me precié de honra sin entender qué cosa era, y íbame al hilo de la gente por lo que oía» (Camino de perfección, 63, 3)5. Menéndez Pidal ve a la santa «concentrada intensamente en la propia subjetividad» y dice que «habla por escrito» porque «el hervor de la sintaxis emocional rebasa a cada momento los cauces gramaticales ordinarios6».

  4. Al dirigirse a las monjas, a menudo utiliza su experiencia para justificar su voluntad de transmitirles sus enseñanzas; por ejemplo, se presenta a sí misma con su incapacidad para rezar adecuadamente hasta que el Señor le enseña el camino de entrar dentro de sí, del recogimiento. Luego supone que la mayoría de sus interlocutoras puedan ya saber hacerlo, y así habla solo «a las que no lo sabéis»: es una admirable captatio benevolentiae de una extraordinaria comunicadora:

Su Majestad lo enseñe a las que no lo sabéis, que de mí os confieso que nunca supe qué cosa era rezar con satisfacción y consolación hasta que el Señor me enseñó este modo; y siempre he hallado tantos provechos de esta costumbre de recogerme dentro en mí, que eso me ha hecho alargar. Y por ventura todas os lo sabéis, mas alguna verná que no lo sepa; por eso no os pese de que lo haya aquí dicho, (Camino de perfección, 50,37).

2. Su objetivo: la comunicación

  1. La finalidad de la creación de Teresa es, como he dicho, la comunicación, y la pone de manifiesto al insistir en que quiere que la entiendan; con razón Víctor García de la Concha habla de «su lucha por la conquista de una comunicación eficaz en toda la gama de funciones de la lengua8». Es habitual no solo que acuda a comparaciones cotidianas para hacer visuales conceptos abstractos y ponerlos al alcance de sus destinatarias, sino que manifieste su voluntad de darse a entender, y justifica así a veces sus rodeos, como en las Moradas primeras, 1, 9: «Pareceros ha, hijas, que es esto impertinente, pues por la bondad del Señor no sois de estas. Habéis de tener paciencia, porque no sabré dar a entender como yo tengo entendido algunas cosas interiores de oración, si no es ansí9».

  2. Que la escritura sea esencialmente comunicación hoy parece obvia, pero no lo era tanto en su tiempo porque los escritores no solo creaban para «decir», sino para exhibir sus conocimientos, para asentar su creación en una tradición literaria culta y al mismo tiempo utilizar a autoridades como garantía de su verdad. Y para que pueda verse el procedimiento habitual, recurro a una de las lecturas esenciales de Teresa de Jesús, el Tercer abecedario espiritual de Francisco de Osuna, y reproduzco un pasaje en que el franciscano, siguiendo a san Cipriano (o Arnaud de Bonneval), dice que «la plenitud de la espiritual presencia no pudiera venir mientras la corporal de Cristo estaba presente al acatamiento de la carne apostólica», y enseguida añade:

San Bernardo y san Gregorio y san Agustín y Gersón y todos los que han hablado sobre la ida del Señor al cielo para que viniese el Espíritu Santo, se conforman a san Cipriano, diciendo que los apóstoles estaban detenidos en el amor de la sacra humanidad, la cual era menester que les quitasen para que así volasen a mayores cosas, deseando la venida del Espíritu Santo, que les enseñase a conocer a Cristo, no según la carne, sino según el espíritu10.

  1. Teresa se sitúa en otro lugar, en el de la escritora no letrada, y lo hace para no levantar suspicacias y a la vez para lograr su único objetivo: comunicarse con destinatarias que sabe con muy poca formación. Al mismo tiempo es coherente con su forma de estar en el mundo: con suma sencillez y autenticidad. En la Visita de Descalzas, les dice a las monjas: «También mirar en la manera del hablar, que vaya con simplicidad y llaneza y relisión, que lleve más estilo de ermitaños y gente retirada que no ir tomando vocablos de novedades y melindres –creo los llaman– que se usan en el mundo, que siempre hay novedades. Préciense más de groseras que de curiosas en estos casos11». Y ese «grosero» es el adjetivo con que califica a su estilo de escritura tras haber hecho una digresión que comenta a sus destinatarias: «Mucho me he divertido; quiero tornar a lo que decía, que creo era decir qué es oración mental y contemplación. Impertinente parece, mas para vosotras todo pasa; quizá lo entenderéis mijor por mi grosero estilo que por otros elegantes (Camino de perfección, 26, 612)». Es el estilo que dice usar el autor de un libro que fue decisivo para Teresa de Jesús porque le enseñó a hablar de su propia vida sin usar la forma de confesión al modo de san Agustín: La vida de Lazarillo de Tormes, y de sus fortunas y adversidades, en cuyo prólogo su autor habla del libro como «esta nonada que en este grosero estilo escribo13».

  2. Define muy bien Marichal su escritura al decir que «su voluntad de estilo se cifraba en una voluntad de no-forma, en una entrega a los dictados de su pluma que hicieron de sus escritos –sin considerar sus múltiples significados espirituales– un ejemplo siempre vivo, siempre pertinente de prosa orgánicamente humana14».

  3. No le importa minimizarse, declarar su torpeza ante la interpretación de un texto sagrado, de un Salmo (111, 1), como lo hace al comienzo de las Terceras Moradas: «A los que por la misericordia de Dios han vencido estos combates y con la perseverancia entrado a las terceras moradas, ¿qué les diremos sino “bienaventurado el varón que teme a el Señor”? No ha sido poco hacer Su Majestad entienda yo ahora qué quiere decir el romance de este verso a este tiempo, según soy torpe en este caso15». Sabe muy bien utilizar el escudo del Señor cuando entra en terreno vedado; pero al mismo tiempo subraya su torpeza: nadie puede decirle que se envanece con la lectura de lo prohibido, pero la da.

  4. En el capítulo 2 de las Moradas cuartas, recurre a una comparación para aclarar el concepto «gustos de Dios», que ella misma precisa que lo ha llamado de otra forma: «que en otra parte lo he nombrado oración de quietud» (en el Libro de la vida, 14-15). Habla de dos pilones que se llenan de agua de diferentes maneras, y al presentar la comparación, añade su gusto por el agua: «Hagamos cuenta, para entenderlo mejor, que vemos dos fuentes con dos pilas que se hinchen de agua. Que no me hallo cosa más a propósito para declarar algunas de espíritu que esto de agua; y es, como sé poco y el ingenio no ayuda y soy tan amiga de este elemento, que he mirado con más advertencia que otras cosas16».

  5. Junto a la comparación elegida, viene el apunte autobiográfico, su capacidad de observación, y de nuevo la insistencia en su poco saber, en su escaso ingenio; con este procedimiento, que repite, despeja suspicacias y avala el método como fruto de su experiencia cotidiana. Se convierte en persona que observa, experimenta, narra, y que escribe porque le dicen que escriba aunque sin tener pretensión alguna de escribir con arte, de ser una escritora. Y lo es de pies a cabeza porque su prosa fluye con elegancia, con armonía, con suma expresividad. Nadie había escrito antes como ella, hablando con las destinatarias de sus escritos, acudiendo a comparaciones para que la entiendan, mencionando el mismo momento de la escritura, hablando de cómo lo hace, manifestando sus dudas, indicando sus digresiones y reconociendo su torpeza, su falta de memoria al hilo de la misma escritura.

  6. Por ejemplo, en el capítulo 48 del Camino de perfección, 1-2, Teresa esboza lo que será la alegoría de sus Moradas del castillo interior: «Haced cuenta que dentro de vosotras está un palacio de grandísimo precio, todo su edificio de oro y piedras preciosas […] y que en este palacio, este gran Rey –que ha tenido por bien ser vuestro Padre– en un trono de grandísimo precio, que es vuestro corazón». Y una vez esbozado ese interior como morada, empieza a explicar lo que quiere decir a sus destinatarias al mismo tiempo que califica el camino que está tomando para hacer comprensible una difícil abstracción:

Parecerá esto al principio cosa impertinente –digo hacer esta fición para darlo a entender– y puede ser aproveche mucho, a vosotras en especial, porque, como no tenemos letras las mujeres ni somos de ingenios delicados, todo esto es menester para que entendamos con verdad que hay otra cosa más preciosa, sin ninguna comparación, dentro de nosotras que lo que vemos por de fuera17.

  1. Y una vez unida ella, como mujer, a sus destinatarias en su falta de formación, de letras, e incluso manifestando aceptar la incapacidad nata de su sexo, justifica el procedimiento por tal razón, ¡ella que acaba de crear esa ingeniosa senda para hacerse entender!

  2. Fray Luis de León, su primer editor, se dio cuenta de la belleza y de la capacidad expresiva de esta prosa sin afectación, como dice en la Carta-Dedicatoria a las Madres Prioras Ana de Jesús y Religiosas Carmelitas Descalzas del Monasterio de Madrid:

[…] en la alteza de las cosas que trata, y en la delicadeza y claridad con que las trata, excede a muchos ingenios; y en la forma del decir, y en la pureza y facilidad del estilo, y en la gracia y buena compostura de las palabras, y en una elegancia desafeitada, que deleita en extremo, dudo yo que haya en nuestra lengua escritura que con ellos se iguale18.

3. La samaritana, una mujer a la que escuchan

  1. Hay un episodio bíblico que influyó profundamente en Teresa de Jesús, es el de la buena samaritana, que narra san Juan en su Evangelio, 4, 1-42. En el Libro de la vida, 30, 19, comenta:

¡Oh, qué de veces me acuerdo del agua viva que dijo el Señor a la samaritana!, y ansí soy muy aficionada a aquel evangelio. Y es ansí, cierto, que sin entender como ahora este bien, desde muy niña lo era y suplicaba muchas veces a el Señor me diese aquel agua, y la tenía debujada adonde estaba siempre con este letrero, cuando el Señor llegó a el pozo: «Domine, da miqui aguan19».

  1. Cuando la mujer de Samaría le pregunta a Jesús: «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?» (4, 11), Jesús le contesta: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna» (4, 14); es «el agua viva» tan presente en la obra de Teresa. El diálogo entre la samaritana y Jesús (los discípulos se extrañan mucho al ver que está hablando con una mujer) acabará cuando él le diga que es el Mesías: «Soy yo, el que habla contigo» (4, 26). Ella deja entonces el cántaro y se va al pueblo a contar a la gente su encuentro y animarles a que vayan a ver a Jesús: «Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho, ¿será este el Mesías?» (4, 29). Y muchos le hacen caso, como sigue narrando san Juan: «En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer: “Me ha dicho todo lo que he hecho”», (Juan 4, 39).

  2. Teresa de Jesús, en sus Meditaciones sobre los Cantares, 7, 7, lo evoca así:

Iba esta santa mujer con aquella borrachez divina dando gritos por las calles. Lo que me espanta a mí es ver cómo la creyeron, ¡una mujer! Y no debía ser de mucha suerte pues iba por agua. De mucha humildad, sí; pues cuando el Señor le dice sus faltas, no se agravió (como lo hace ahora el mundo, que son malas de sufrir las verdades); sino díjole que debía ser profeta. En fin, le dieron crédito, y por solo su dicho salió gran gente de la ciudad al Señor20.

  1. Teresa, como la samaritana, va a dejar su cántaro y va a escribir sobre sus vivencias y experiencias y va a fundar monasterios para dar testimonio de lo que ha sentido, de lo que sabe. A la pobre samaritana la creyeron, aun siendo una mujer, ¿por qué ella no iba a poder lograrlo? Esa es su inmensa labor de sus últimos veinte años, en los que da a los demás todo lo que ha ido atesorando en su experiencia mística y humana.

  2. En el epílogo de las Moradas séptimas, Teresa expresa muy bien el trabajo de su escritura y la satisfacción que siente al ver acabado su libro por el provecho que puede dar a sus hermanas las monjas:

Aunque cuando comencé a escribir esto que aquí va fue con la contradicción que al principio digo, después de acabado, me ha dado mucho contento y doy por bien empleado el trabajo, aunque confieso que ha sido harto poco. Considerando el mucho encerramiento y pocas cosas de entretenimiento que tenéis, mis hermanas, y no casas tan bastantes como conviene en algunos monesterios de los vuestros, me parece os será consuelo deleitaros en este castillo interior, pues sin licencia de los superiores podéis entraros y pasearos por él a cualquier hora21.

  1. Teresa crea con su escritura en libertad un espacio distinto, nuevo literariamente, porque en él va de sí misma a sus interlocutoras, o se une a ellas bajo la mirada del Señor, o se dirige a él, o se incorpora a sí misma como personaje («yo sé de una persona…22»), o incluso, como diré, incluye al censor en el mismo discurso literario.

  2. Su finalidad es ser como la samaritana: servir de testimonio y que se la crea; lo dice en el Libro de la vida, 19, 4: «Una de las cosas por que me animé, siendo la que soy, a obedecer en escribir esto y dar cuenta de mi ruin vida y de las mercedes que me ha hecho el Señor –con no servirle, sino ofenderle– ha sido esta: que, cierto, yo quisiera aquí tener gran autoridad para que se me creyera esto; a el Señor suplico Su Majestad la dé23».

  3. Su arma es la verdad de lo que cuenta porque es fruto de su experiencia, de su vivencia; y como dice Américo Castro, «esa maestría para intimar con la propia conciencia hace que Teresa domine el arte de ser íntima con los demás24».

4. La ausencia de barreras entre la escritura de Teresa y los lectores

  1. Entre ella y el lector no hay barrera alguna porque nada oculta, no esconde ni sus vacilaciones, ni su propósito. En Camino de perfección, 31, 1, para explicar qué es la contemplación perfecta echa mano de las propiedades del agua, y después de exponerlas, exclama: «¡Qué valiera aquí ser filósofo para saber las propiedades de las cosas y saberme declarar!, que me voy regalando en ello y no sé decir lo que entiendo, y por ventura no lo sé entender25». Es el afán de saber para poder transmitir mejor su experiencia mística, y desemboca en el uso sumamente expresivo de la paradoja al tocar lo inefable.

  2. Menciona incluso el momento de la escritura: «Muchas veces os lo digo y ahora lo escribo aquí» Camino de perfección, 19, 126, o en el Libro de la vida, 6, 9: «¿Qué es esto, Señor mío? ¿En tan peligrosa hemos de vivir? Que escribiendo esto estoy… 27». O su vida tan llena de ocupaciones que no le deja casi lugar para la escritura: «Ayúdame poco el poco tiempo que tengo […] porque he de andar con la comunidad y con otras hartas ocupaciones […] y ansí es muy sin tener asiento lo que escribo, sino a pocos a pocos». Libro de la vida, 14, 928.

  3. Se ve a sí misma en el mismo acto de la escritura y precisa el lugar desde donde lo hace, o describe el dolor de cabeza que tiene en el momento de hacerlo, como en las Moradas cuartas:

Escribiendo esto, estoy considerando lo que pasa en mi cabeza del gran ruido de ella, que dije al principio, por donde se me hizo casi imposible poder hacer lo que me mandaban de escribir. No parece sino que están en ella muchos ríos caudalosos y por otra parte que estas aguas se despeñan, muchos pajarillos y silbos, y no en los oídos, sino en lo superior de la cabeza, adonde dicen que está lo superior del alma; y yo estuve en esto harto tiempo, por parecer que el movimiento grande del espíritu hacia arriba subía con velocidad29.

  1. Las sensaciones dolorosas se convierten en sugestiva descripción, y esta abre un espacio para la vivencia en el momento de la escritura: es innegable su originalidad, la belleza de lo que dice, a la vez paréntesis en el relato y autoanálisis del yo de la escritora. Un poco antes había expresado su lucha para entender lo que le preocupa y que, al verlo claro, escribe; es decir, su voluntad de analizar y encontrar una solución a la materia en la que se perdía: «Yo he andado en esto de esta barahúnda del pensamiento bien apretada algunas veces, y habrá poco más de cuatro años que vine a entender por espiriencia que el pensamiento u imaginación, por que mejor se entienda, no es el entendimiento, y preguntelo a un letrado, y díjome que era ansí, que zo fue para mí poco contento30». La escritora describe, pues, su proceso de aprendizaje desde las dudas, la confusión, y tras acudir a alguien experto –un letrado–, puede ya exponerlo a las demás monjas en ese texto que escribe, sin barrera alguna entre ella al escribir y sus destinatarios, los lectores.

5. El censor dentro de la obra

  1. Teresa crea con su escritura un espacio de libertad porque la verdad guía su pluma, como dice en el Libro de la vida, 8, 3: «porque va todo lo que escribo dicho con toda verdad, trato ahora esto31». Admite el error, pero no la mentira; así lo dice en las Moradas cuartas, 2, 7: «Podrá ser que en estas cosas interiores me contradiga algo de lo que tengo dicho en otras partes; no es maravilla, porque en casi quince años que ha que lo escribí, quizá me ha dado el Señor más claridad en estas cosas de lo que entonces entendía, y ahora y entonces puedo errar en todo, mas no mentir; que, por la misericordia de Dios, antes pasaría mil muertes; digo lo que entiendo32».

  2. Pero sabe muy bien que, a pesar de todas las estrategias que va usando y convirtiendo en rasgo de su estilo, su escritura está bajo sospecha. Y para evitar la destrucción que la amenaza, introduce al censor dentro de su obra y le da poder para actuar contra lo que considere oportuno: es la misma persona que supuestamente le manda que escriba, su confesor.

  3. Se advierte bien porque el Libro de la vida no lo dirige a su confesor desde el comienzo, como destinatario de lo que podría entenderse como confesión, porque no es así; el «vuesa merced» como interlocutor aparece avanzada la obra, y su papel, por tanto, es otro: es el de censor. Es la persona, su confesor, a quien le muestra su libro para que dé el visto bueno, para que la «autorice». Y no creo que haya otro escritor que le dé un papel dentro de la propia obra al censor: «No sé si digo desatinos. Si lo son, vuestra merced los rompa; y si no lo son, le suplico ayude a mi simpleza con añidir aquí mucho»; y más adelante: «No sé si acierto a decirlo; vuestra merced lo verá», 7, 22 y 13, 2233. Antes, en 10, 7, ha dicho:

Yo lo digo lo que ha pasado por mí, como me lo mandan; y si no fuere bien, romperalo a quien lo envío, que sabrá mijor entender lo que va mal que yo; a quien suplico por amor del Señor, lo que he dicho hasta aquí de mi ruin vida y pecados lo publiquen (desde ahora doy licencia, y a todos mis confesores, que ansí lo es a quien esto va), y si quisieren, luego en mi vida, por que no engañe más el mundo, que piensan hay en mí algún bien; y cierto, cierto, con verdad digo, a lo que ahora entiendo de mí, que me dará gran consuelo34.

  1. En Camino de perfección, dirigido a las monjas, como en el prólogo dice, porque son ellas las que insisten en que lo escriba, le da licencia al censor en ese mismo lugar prologal para que lo queme si no acierta a decir lo que puede aprovechar a sus hermanas: «Si no acertare, quien lo ha de ver primero –que es el padre presentado dicho– lo quemará, y yo no habré perdido nada en obedecer a estas siervas de Dios, y verán lo que tengo de mí cuando Su Majestad no me ayuda35 ». El padre presentado es fray Domingo Báñez, su confesor entonces, que es quien –dice ella– le ha dado licencia para escribir, mientras fueron las monjas, al saberlo, las que con su insistencia le animaron a hacerlo. Teresa sigue, por tanto, creando ese lugar de su escritura en libertad, sometida a dos imperativos, que acepta y exhibe: la obediencia a quienes le piden que escriba, y la vigilancia de su confesor, a quien da libertad para poner en práctica su censura.

  2. Y dentro de la misma obra, de Camino de perfección, 52, 1, sigue anunciando su voluntad de que primero lo lea «el censor» a pesar de lo cuidadosa que es en estar siempre dentro de los límites de lo ordenado por la Iglesia: «… como en todo nos sujetamos a lo que tiene la Iglesia (como lo hago yo siempre, y aun esto no os daré a leer hasta que lo vean personas que lo entiendan), al menos si no lo fuera, no va con malicia, sino con no saber más36».

  3. Era una amenaza real, como es bien sabido: el Libro de la vida estuvo en manos de la Inquisición doce años (1574-1586), y el padre Diego de Yanguas mandó a la santa en 1580 que quemase sus Meditaciones sobre los Cantares. La defensa a esa mordaza era escribir y escribir; a veces la misma obra: conservamos dos manuscritos del Camino de perfección, con abundantes modificaciones. Y su ayuda fue la multiplicación de copias de sus obras en tiempos en que convivía aún la transmisión manuscrita con la impresa. Pero la voluntad de la santa fue la de imprimir los libros que había escrito; y aunque no lo consiguiera en vida, lo intentó con Camino de perfección aprovechando que D. Teutonio de Braganza, amigo suyo, había sido nombrado coadjutor del cardenal arzobispo de Évora. La edición saldría a la luz en 1583, ya muerta Teresa, con correcciones de muy distinto estilo al de la escritora, hechas por alguien que parece ser que fue el capellán Gaspar de Villanueva, como dicen Efrén de la Madre de Dios y Otger Steggink37 . Felizmente Teresa de Jesús es la escritora de la que conservamos más autógrafos, y el trazo firme de su caligrafía da fe de lo que escribió y quiso entregar a los demás.

  4. En sus Meditaciones sobre los Cantares, la oímos en su llamamiento a todos, a los cristianos y a las monjas, convocándoles al amor a Dios y al prójimo, y en esta exhortación está su voluntad de hacerse entender y también su conocimiento del alma humana en la mezcla de palabras místicas y de expresión coloquial:

¡Oh cristianos y hijas mías!, despertemos ya, por amor del Señor, de este sueño, y miremos que aún no nos guarda para la otra vida el premio de amarle; en esta comienza la paga. ¡Oh, Jesús mío, quién pudiese dar a entender la ganancia que hay de arrojarnos en los brazos de este Señor nuestro y hacer un concierto con Su Majestad: que mire yo a mi amado y mi amado a mí, y que mire Él por mis cosas y yo por las suyas! No nos queramos tanto que nos saquemos los ojos, como dicen38.

  1. Así es la escritura en libertad de Teresa: pura expresividad al servicio de las más hondas vivencias y con la consciencia de la amenazante destrucción inquisitorial.

Referencias bibliográficas

Diego, Gerardo, 1997, «Santa Teresa, escritora», Obras completas, V, ed. de F. J. Díez de Revenga, pp. 677-685.

Durán López, Fernando, 2007, Un cielo abreviado. Introducción crítica a una historia de la autobiografía religiosa en España, Madrid, F.U.E.

Castro, Américo, 1982, Teresa la Santa y otros ensayos, Madrid, Alianza Editorial.

García de la Concha, Víctor, 1978, El arte literario de Santa Teresa, Barcelona, Ariel.

Luis de León, fray, 1944, Obras completas castellanas, ed. del P. Félix García, Madrid, BAC.

Marichal, Juan, 1957, La voluntad de estilo, Barcelona, Seix Barral.

Menéndez Pidal, Ramón, 1968, La lengua de Cristóbal Colón. El estilo de Santa Teresa y otros estudios sobre el siglo XVI, Madrid, Espasa-Calpe.

Osuna, Francisco de, 1972, Tercer abecedario espiritual, ed. de Melquíades Andrés, Madrid, BAC.

Teresa de Jesús, santa, 1982, Obras completas, ed. de Efrén de la Madre de Dios y Otger Steggink, Madrid, BAC.

Valdés, Alfonso, 2011, La vida de Lazarillo de Tormes. Novela picaresca, I, ed. de Rosa Navarro Durán, Madrid, Biblioteca Castro.

Notas

1 Catedrática de la Universidad de Barcelona, donde ejerce la docencia desde 1969, es especialista en literatura de la Edad de Oro. Es autora de más de sesenta libros, entre ensayos y ediciones de textos áureos, y también de numerosas adaptaciones de textos clásicos para niños y adolescentes. En 2015 fue co-comisaria de la exposición de la BNE “La prueba de mi verdad” para conmemorar el V Centenario del nacimiento de Teresa de Jesús. Su primer ensayo es de 1983, y el último de 2013, sobre una fábula mitológica, inédita, de Pedro Soto de Rojas, la “Fábula de Alfeo y Aretusa”; en 2016 ha publicado la edición de tres continuaciones de La Celestina: Segundas Celestinas (Biblioteca Castro), y la introducción y edición anotada de La vida de Lazarillo de Tormes (Alianza Editorial). Correo: rosanavarro@ub.edu.

2 Diego 1997, p. 685.

3 Marichal 1957, p. 105.

4 Teresa de Jesús 1982, pp. 524-525.

5 Íbid., p. 311.

6 Menéndez Pidal 1968, p. 125.

7 Teresa de Jesús 1982, p. 286.

8 García de la Concha 1978, p. 161.

9 Teresa de Jesús 1982, p. 367.

10 Osuna 1972, pp. 126-127.

11 Teresa de Jesús 1982, p. 660.

12 Íbid., pp. 244-245.

13 Valdés 2011, p. 4.

14 Marichal 1957, p. 114.

15 Teresa de Jesús 1982, p. 376.

16 Íbid., p. 385.

17 Teresa de Jesús 1982, p. 282.

18 Luis de León 1944, 1352.

19 Juan 4, 15: Domine, da mihi aquam. Teresa de Jesús 1982, p. 136.

20 Teresa de Jesús 1982, pp. 360-361.

21 Íbid., p. 450.

22 Íbid., p. 367: Moradas primeras, 2, p. 2.

23 Íbid., p. 86.

24 Castro 1982, p. 75,

25 Teresa de Jesús 1982, p. 253.

26 Íbid., p. 233.

27 Íbid., p. 43.

28 Íbid., p. 71.

29 Íbid., p. 384.

30 Íbid., p. 383.

31 Íbid., p. 50.

32 Íbid., p. 386.

33 Íbid., pp. 49 y 69.

34 Íbid., pp. 56-57.

35 Íbid., p. 195.

36 Íbid., p. 288.

37 Íbid., pp. 193.

38 Íbid., pp. 350-351.